Algo sobró…
Bien dicen que esperar que una ilusión se realice, es una falta de respeto para con la ilusión, porque sin comerla ni beberla, deja de ser una ilusión para ser una mera realidad, con todas las durezas que la realidad conlleva.
Un tipo se enamora de la flaquita aquella, que vivía a la vuelta e iba a la panadería por el otro lado de la manzana, para pasar por la puerta de la casa de la flaquita y tal vez poder verla un cacho, era uno de esos amores de ojito.
De agarrarle la manito…, ni qué pensar, además el viejo era flor de urso, pero tal vez algún día la cosa se pudiera concretar de buenas maneras.
Ella también estaba en la cosa y se pasaba la película por su cuenta, porque daba la vuelta a la manzana, haciendo bracito con otra amiguita.
Era un afile, un flirt como le decían, ahora francamente no sé cómo le llaman.
Fue pasando el tiempo, lo de ojito evolucionó y se transformó en relojeo de la esquina, a la flaquita parada en la puerta de la casa, como quien no quiere la cosa, en un si tal vez.
Un día una amiga común oficiando de celestina, los presentó a Pedrito, Juanita, y se dijeron “co’ te va”, poniéndose colorados y bajando la cabeza.
Una cosa trajo la otra, como suele ocurrir en la vida.