16 diciembre 2024
CRÓNICAS

Independencia: La admirable alarma

Un maravilloso momento de nuestra historia patria fue cuando se juntaron unos trescientos gauchos y salieron a chuza y bola.

Muchos años antes y sin tenerlo muy claro al principio, que estaban luchando por la independencia de la en aquel entonces Banda Oriental, sin tener definido de quien, ni contra quien, porque si bien el arranque fue rápido, cambiaron varias veces los personajes para lograr lo que ellos en aquel momento no tenían claro para nada.

Primero contra el Imperio Español, después contra el Imperio Portugués y Brasileño y después contra las Provincias Unidas del Río de la Plata en la persona de la que cortaba el estofado Buenos Aires y los cajetillas antiartiguistas.

Unos historiadores atribuyen la vocación antihispánica a la debilidad de España por la influencia negativa de Napoleón, mostrando una debilidad del imperio donde jamás se ponía el sol.

El motín de Aranjuéz, el nombramiento de Pepe Botella en España, con un apodo bien o mal ganado, algunos dicen que no se las tomaba todas, otros que tenía bien ganado el apodo, el hermano de Luis Napoleón Bonaparte, José Napoleón.

Pero hay que tener en cuenta que los imperios por pitos o flautas, caen, al igual que los males, que tarde o temprano terminan feneciendo.

La revolución francesa el puntapié inicial no fue por el despotismo ilustrado, ni la Libertad, Igualdad y Fraternidad, esos principios eran para la élite pensadora, sino que fue por una escasez de trigo que implicó la falta de pan, alimento que llenaba el estómago del pueblo pobre y los que pelean y mueren siempre son los pobres, de dinero pero poseedores de otros valores.

La Bastilla era un fuerte que se caía solo y los prisiones que tenía dentro no eran excusa para tomarlo por asalto, pero todas las cosas tienen su mecha y basta una chispa para que se produzca la explosión.

La revolución americana, por un impuesto al té, capricho del Rey Jorge III, si aunque lo dude es infusión tan pituca de hoy en día, que se armó, pero la cosa estaba a punto, más las ideas de Benjamín Franklin, Thomas Jefferson, al siempre negado Thomas Paine, que después terminaron reconociéndolo.

Don José Artigas, en sus trabajos como capitán de Blandegues con Azara, como se comprobó hace unos años y no se divulgó oportunamente por personalismos y celos de historiadores nacionales, en los últimos tiempos que había tenido acceso a cierto material de Thomas Paine, sobre la revolución americana.

Los preparativos para algo que terminó siendo revolucionario habían comenzado en diciembre de 1810, cuando el alférez Justo Correa fue enterado de la posible presencia de tropas porteñas en el territorio de la Banda Oriental.

Inmediatamente dio paso a la convocatoria a desertores y paisanos a levantarse en armas.

Desde todos los rincones se movilizaron los hombres, acudiendo al llamado de los caudillos locales.

En enero de 1811 Pedro José Viera, conocido como Perico El Bailarín, se sumó al llamado de Correa con veintiocho hombres.

En febrero le siguió Venancio Benavides.

Y abajó del timbó (árbol también conocido como “oreja de negro” por sus semillas), que dejaron secar, por omisión, las autoridades departamentales y nacionales, hace un par de años, por no aportarle un par de camiones de tierra y hacerle una poda fuerte, se congregaron los revoltosos.

En varias oportunidades de mi vida, me premié, tocando el árbol en que nació el grito de la patria y disfrutando de su sombre de más de 200 años.
El día 24 de febrero llegó la esperada noticia, la declaración de guerra por parte de Buenos Aires.

Ya para el 26 los patriotas, ocultos en un bosque sobre el arroyo Asencio en el actual Departamento de Soriano, eran unos trescientos.

El 27 de febrero el contingente de revolucionarios comandado por Pedro José Viera decidió emprender las primeras acciones.
A la mañana del día siguiente tomaron la cercana población de Santo Domingo Soriano y Mercedes.

Con Benavídes al mando de las tropas, los revolucionarios capturaron luego las poblaciones de El Colla, actual Rosario Oriental, el 20 de abril y San José, el 25 de abril. El 26 de mayo sitiaron Colonia del Sacramento, que cayó una semana después.

El incipiente movimiento recibiría un fuerte impulso con la incorporación de Artigas, que prontamente se convertiría en el líder de la revolución en la Banda Oriental.

Después en el combate de San José, donde fue herido en un pie el hermano de don José Artigas, llamado Manuel Antonio, cosa que le causó la muerte a los pocos días.

Después que se prende la mecha, la cosa sigue y no para, y la culminación de esta serie de movimientos y triunfos, se concreta con la batalla de Las Piedras que como es valor sabido es la primera gran victoria de los revolucionarios en Hispanoamérica.

Lo extraordinario de esta situación es que la falta de comunicaciones se va superando con los fogones de los gauchos y las churrasqueadas y la noticia corre por la Banda Oriental, en boca de los chasques, que funcionaban como la internet de ahora, a la velocidad de aquellos tiempos.

De ahí, hasta la Convención Preliminar de Paz, fue una guerra permanente, cambiando los protagonistas, aunque simbólicamente siempre tendremos presente como factótum al gaucho de chiripá y bota de potro, tan odiado por los aristócratas oligarcas porteños de la Logia Lautaro y afines.

Que cosa linda nuestra patria hasta nació improvisada, pero con mucho coraje.

No me extrañaría que el Superior Gobierno se olvidara del festejo del Grito de Asencio, esa admirable alarma, sin pasar aunque más no fuera un cielito o el pericón nacional a la memoria de Venancio Viera y de Perico el Bailarín.

Que todo sea para bien… y que VIVA LOS ORIENTALES BIEN NACIDOS.

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