Niño perro
Iván Mishukov vivió con una manada de perros salvajes en Retova, al oeste de Moscú, después de escapar del hogar a la edad de cuatro años en 1996. La madre se había unido a un alcohólico que lo golpeaba.
Iván pedía limosna en las calles y se hizo amigo de los perros a los que les daba los desechos de sus alimentos. Los perros protegían al muchacho de otros mendigos y lo mantenían caliente en invierno, en donde las temperaturas solían bajar hasta -30ºC. En 1998 la policía intentó atraparlo, pero los perros lo impidieron. Después de tres intentos, finalmente lo atraparon después de poner un narcótico en las sobras de comida que les dio un restaurante.
Pasó un corto periodo de tiempo en un orfanato de Reutov. Actualmente Iván tiene 15 y va a la escuela.
En 1999 en Mirny, Ucrania, fue encontrado Edik, un niño de 4 años de edad que había permanecido 2 años confinado. Su madre era alcohólica. Edik tenía una hermana que fue recogida por los vecinos, pero el niño fue abandonado en un departamento donde tuvo que convivir con perros.
Los servicios de seguridad social se hicieron cargo. Cuando cumplió 6 años había alcanzado el nivel de un niño de 3. Como muchos otros niños salvajes, a Edik no le gustaba vestirse y comía en el suelo, como los perros.
Con historias así podemos hacer reflexionar a nuestros pequeños, leamos y dejemos que se expresen después.
El príncipe de la manada
Existen docenas de fábulas sobre la amistad, la fidelidad y la gratitud que puede establecerse entre los animales y el hombre. Ninguna de ellas conmueve tanto como la historia real del pequeño Iván Mishukov. A inicios de la década de 1990 Rusia sufrió un profundo cambio político que tuvo consecuencias en toda la sociedad: muchas personas enfrentaron el desempleo y padecieron problemas económicos. Varias familias se desintegraron y cientos de niños quedaron abandonados a su suerte, sin ningún pariente que los ayudara. Uno de ellos fue Iván Mishukov que, a sus cuatro años de edad, estaba completamente solo en el mundo, sin el apoyo de algún adulto o institución.
Por 1996 andaba vagando solo por las calles de Moscú donde pedía monedas para ganarse la vida. En esas mismas calles había cientos de perros abandonados por sus dueños que formaban pequeñas manadas salvajes, pues sobrevivir en grupo les era más fácil.
Iván, con sus grandes ojos expresivos y su largo cabello rubio se ganó la simpatía de los cocineros de un restaurante que le regalaban las sobras de la comida. El pequeño las compartía con algunos de los perros callejeros. Éstos lo seguían por todos lados y cada vez eran más. Poco a poco le tomaron confianza y, en poco tiempo, Iván se convirtió en el jefe de la manada. Los perros lo respetaban y aceptaban sus instrucciones, pues lo consideraban su líder. La relación funcionaba en forma admirable. Él conseguía comida para los canes. Éstos, a cambio, le daban su calor en las heladas noches invernales de Moscú. Iván dormía en la calle y las temperaturas de 30 grados bajo cero ponían en peligro su vida. Sin embargo, sus perros lo cubrían y lo rodeaban para mantenerlo a salvo.
Por otra parte lo protegían a los otros peligros que enfrenta un niño pequeño y solo a media calle. Si alguien se acercaba a molestarlo, los perros ladraban y se disponían a atacar para salvaguardar a su pequeño amo. Esta situación se prolongó por dos años, sorprendía a quienes la veían a diario y el pequeño fue apodado “el Príncipe de la manada.”
La Policía estaba consciente de lo que pasaba y se propuso llevar al pequeño a un orfanato. Sin embargo en tres ocasiones que intentaron atraparlo el plan falló, pues los perros impedían que siquiera lo tocaran. El esfuerzo de los oficiales duró dos meses, hasta que planearon una trampa para distraer a los perros y, finalmente, se apoderaron del joven Príncipe.
Iván Mishukov fue llevado a un centro de atención infantil, donde recibió alojamiento, servicios de salud y alimentación. Luego fue adoptado por una familia, comenzó sus estudios y se desarrolló como un niño normal. Hoy, aunque se sabe poco de él dicen que, hasta la fecha, sueña con la manada que le salvó la vida y despierta llorando porque extraña a sus fieles amigos.
que barbaridad y pensar que la mayoria de la gente no le devuelve a los perros el mismo cariño que ellos les dan
que biuen post ha que compartirlo