17 diciembre 2024
CRÓNICAS

Ingeniero vial urgente

Tuve la malhadada idea de hacer un tour por el Este en la semana pasada, vencimiento de quincena. Lo hice manso y carretilludo como buey viejo, sin calentarme o por lo menos esa era mi intención.

Hice descubrimientos, para mí, de lugares hermosos, puestos con mucho amor y trabajo, con unas hermosas y prolijas cabañas, con piscina todo sobre decks, a distintos niveles, con un lugar de comidas a la carte, disfrutable solo, en pareja o con familia completa.
Disfrutable en todos los sentidos tanto con el paladar como con el bolsillo que también cuenta y pesa sobre todo, cuando llega fin de mes.

Una entrada, un plato y postre y todas las bebidas refrescantes y cervezas, por cuatrocientos cincuenta pesos por cabeza.
La comida no era la tradicional milanesa con papas fritas o a la napolitana o una hamburguesa, sino platos elaborados y distintos, sin perjuicio que también había parrilla pero ir hasta La Pedrera a comer asado y chorizos sería enfermizo.
Cuando entré y vi todo bien puestito, pensé enseguida en el palo en la nuca que me iba a llevar, pero no fue así, todo lo contrario.

El plato, que en mi caso, fue ceviche de pescado, estaba muy bien preparado, claro que si a muchos le decimos, que el ceviche es pescado crudo, cocido con limón, nos hacen una arcada en la cara.

En Punta del Este volví a comprobar mi vieja teoría, en cuanto a que comer platos elaborados es mejor, más sano y más en cuenta que comer comida chatarra.
En un restaurante sobre las piedras del Puerto, con el agua y los yates a metros, en un lugar atendido por personal idóneo el menú era de tres opciones por cada uno de los platos. Entrada, plato principal y postre.

En la entrada opté por rabas, como plato principal arroz con mejillones muy abundante y los mejillones eran de muy buen tamaño y de postre el clásico flan.
Refrescos y cerveza a discreción, menos de quinientos pesos por persona.
El lugar, la alta temporada y la atención fueron excelentes y no pesaron para nada en la cuenta.

En un lugar conocido, que no era La Pasiva por cierto, no estoy pasando un chivo, pero que tiene varios locales en Montevideo, cuatro chivitos normales, dos cervezas de 600 y dos refrescos, dos mil pesos más la propina.

En este lugar morí con los ojos abiertos, porque ya sabía lo que me iba a pasar, porque en Montevideo me mataron un par de veces, pero como estábamos de cicerones de turistas europeos y estaban fascinados con los chivitos volví a perder.

Le pregunté a la señorita que atendía la mesa que horario cumplía y me dijo que el dueño les dijo a todas que en temporada las ocho horas no corrían.
BPS y DGI bien gracias, para unos si, para otros no.
En José Ignacio una invasión de gente y como el argentino es un animal gregario, tiene la necesidad imperiosa de poner su sombrilla poco menos que debajo de la nuestra, pero eso si, del lado del mar.

Estaba parado mirando la gente que circulaba y como quien no quiere la cosa, sentí como que me tocaban la zona pudenda trasera y dije, no puede ser, al mediodía y en José Ignacio y consigo un galán, pero no, eran un amigo, como dice el aviso, de la vecina orilla, que estaba maniobrando con los alambres de la sombrilla, que como estábamos los dos de espaldas, casi me los introduce en mis zonas pudendas.
En la Brava no había lugar donde estacionar, claro que en José Ignacio tampoco, ni en la Mansa.

El tránsito estaba prepotente con bocinazos fuera de tiempo y de lugar y con mucho apuro.
Pensar que hacen tantos kilómetros para andar a las corridas como si fueran al trabajo, se putean abierto como si se fueran a matar por un ceda el paso o por no cederlo.
De estacionar mejor no hablamos porque puede correr sangre, aunque vi mucha buchoneada y poca voluntad de agarrarse a las trompadas, creo que en eso eran contestes en que venían a descansar.

Se agitan tanto para descansar, que quedan cansados de tanto descansar, no estoy exagerando, ni estoy haciendo un galimatías.
Las estadísticas de muertos en la carretera confirman mis dichos, tengo que ir a 180 o más kilómetros por hora para descansar más tiempo y de paso aprovechan porque estarán más cansados.

En mi caso, voy descansando cuando manejo, mirando el verde que me rodea, los cerros cuando los hay, el mar, el río, el arroyo, el océano, las piedras o algún bicho y si alguno me quiere pasar que me pase y haga su ruta y que se vaya a la gran Calcuta, y yo a 100 o 110.

Como buen cicerone, cuando volvíamos a Montevideo, traje a los turistas a Montevideo, desde Punta del Este, pasando por Piriápolis, porque nosotros tenemos nuestras ideas de que es un balneario viejo, pero para un europeo, qué es lo viejo y qué es lo nuevo, si no conoce nada de los nuestro.
En la rambla de los Argentinos no había donde estacionar, fuimos a la cima, se le dirá cima a la cúspide del cerro San Antonio o estoy exagerando.
Busqué en el diccionario el lugar más alto de cualquier cosa es la cúspide, la cima es de las montañas y aunque lo quiero mucho al San Antonio, para mi sigue siendo un cerro.

Una vez en la cúspide pudimos apreciar las bellezas de Piriápolis, tomamos un refresco en un parador nuevo, porque el viejo pareciera que está cerrado o lo agarró la impositiva.

Los de la impositiva no se dan cuenta que los presos no pagan, si los clausuran no cobran, lo que tienen que hacer es meterles un interventor en la caja y que sigan explotando el negocio y no perjudican a los turistas y la DGI se cobra lo suyo.
En Punta del Este un muy buen restaurante especializado en mariscos donde me he roto la boca varias veces estaba cerrado y tenía pinta de clausura.

Disfrutan más sancionando que cobrando.
A la caída de la tarde salí por Solís a la Interbalnearia, porque los europeos estaban desesperados por ver tanta playa, tanta costa, los mismo fue en la rambla de Montevideo, hasta el Cerro.

El tránsito a esa altura estaba cargado pero pasable.
Al llegar a la altura de San Luis empezamos a circular a velocidad de paso de hombre y parábamos un rato para recalentar un poco más al motor y al chofer.
De ahí hasta el peaje de Pando todo fue igual.
Salvo que alguien me demuestre lo contrario, quisiera saber quien fue el autor de la peregrina idea, de solucionar esos tres cruces, con semáforos y no con tréboles, en una vía con pretensiones de speed way y los peajes a pesar de las colas no daban puerta libre.

No vi choques, pero coches recalentados afuera de la carretera vi muchos.
Los mecánicos de algo tienen que vivir. A la mañana siguiente sentí en el informativo que el tránsito seguía embotellado en la Interbalnearia.

El Fisco tiene que haber recaudado muy bien, con los impuestos al consumo, con los peajes y con los tributos a los combustibles malgastados, con parte de esos ingresos y dando mano de obra a la gente, se podrían hacer unos tréboles preciosos en lugar de fabricar embudos con tres semáforos.

Eso si como condición sine qua non siempre y cuando pretendamos llamar a nuestro Uruguay país de turismo.
No sólo de llamadas y candombe se nutren los turistas.
Para una ambulancia que a toda sirena pretendía avanzar por la senda correspondiente no hubo una moto de la caminera que la acompañara por la senda contraria para llegar al hospital con un enfermo y no con un muerto.

Después los argentinos se calientan cuando dicen que son el único país en el mundo que tiene su balneario exclusivo fuera de fronteras.

Un comentario en «Ingeniero vial urgente»

  • A no ser que sea muy necesario ni te molestes regresar un fin de semana por la ruta! Te de tilo y mucha paciencia no bastan!!!!!!!!!!!!!!

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