Algo sobró…
Las amistades se van transformando en algo más, en amores o en odios, no son muy comunes los empates.
Ella en el balcón y él en la ventana, todo bien a la antigua.
No había posibilidad alguna de pelearse ni de tener un entredicho, si de conversar, valga la redundancia, ni hablamos.
Como decía mi viejo, “zonzo el cristiano macho cuando el amor lo domina” y aquel que saltaba los cercos, muros y alambrados, como el toro, con una argolla en la nariz, un gurí chico lo lleva de tiro de una lado para otro.
Claro que como venía la mano, era estar enamorado del amor en si mismo y de la ilusión, representada en la carita pecosa de la flaquita de la vuelta de la esquina por el otro lado.
Porque realmente estaba perdidamente enamorada de la ilusión aunque no se diera mucha cuenta.
Claro que la felicidad se va haciendo de a poco, de la infelicidad del día en que no la ve, hasta la felicidad luminosa cuando la ve.
Felicidad radiante, una felicidad como el sol del que emanan rayos que todo lo iluminan y le dan vida a todo lo que se mueve y a los yuyos también.
Cuando más o menos se fue concretando la cosa, el pasó de la vereda a la sala y ella del balcón también a la sala, claro que en lo primero tiempos en sillones separados.
Tía solterona a la vista o en el medio, experta tejedora, tanto con agujas gruesas de maderay lana gruesa como agujas de metal finas con lana fina, dependiendo para lo que fueren menester.
La cosa seguía siendo más de ojito, porque la palaba en voz inaudible, le provocaban a la tía solterona, unas toses que obligaban necesariamente a los noviecitos a levantar el volumen y hacer audibles sus conversaciones, limitando los temas interesantes y concentrándose en los cotidianos.
A veces y por lapsos muy cortitos, les daba tregua a las agujas y se iba para el fondo a tomar un vaso de agua o un mate a las apuradas, y por qué no, tal vez, hacer un pichicito, para darles un poco de vida a los corazones ardientes o un afloje a la vejiga, pero tampoco la cosa era para andar facilitando demasiado la cosa.
Él poniendo todo su empeño en llevar la cosa adelante y ella no le iba a la zaga.
Ambos sabían que el trabajo y el estudio les posibilitarían sus logros.
Cuando vencía el plazo perentorio de la visita había un momento, siempre corto y con gusto a poco, para la despedida en el zaguán de la casa.
Un besito robado atrás de la puerta, la del pasador, si la que tenía el contador de agua atrás y los de electricidad bastante más arriba, el del agua que en tiempos más liberales, era el que servía para calzar el taco del zapato de la dama, para facilitar la incómoda e ímproba tarea de equilibrar los bultos que se menean y llegar a mejor destino.
Él en el empleo fue mejorando y ella también fue preparando lo suyo, en los exámenes le fue bastante bien, con el título de maestra y con un buen lugar en el concurso pudo elegir escuela.
Con el sueldo de él y el de ella tenían un ingreso como para ir dándole forma de nido a la ilusión primigenia.
Algunos muebles de la casa de él y otros de la casa de ella fueronel estribo para darle forma de nido e ir concretando aquello, que era el camino que los empujaría por el sendero de la felicidad, el que lentamente se aproximaba al tálamo nupcial.
Claro que la felicidad no es una meta, no es un fin, sino que es un camino que se va trillando en el día a día, con algunas plantas espinosas que lo bordean y que se hacen notar cuando se produce algún desvío de ese sendero.
Cuando está todo encaminado, cuando se bordaron las sábanas de arriba y las fundas de las almohadas, ya se está muy cerquita de la meta., el lugar donde se concreta el amor.
Hasta vainillaron entre los dos, algunas sábanas de arriba, tarea peligrosa, porque si se va el filo se corta la sábana y esa ya no será la de arriba sino que será la de abajo y las de crea El Obispo argentinas no son nada baratas, como para andar estropeando un montón de metros.
Pero como a la fuerza ahorcan, no tanta crea 2 x 1, sino sábanas brasileñas que son más baratas.
Para el día de los dulces como decían las viejas y de esponsales como dice el Código Civil ya se formaron los dos bandos, por un lado los Montescos y por el otro los Capuletos, los de la familia de uno y del otro.
Al final se arregló la cosa más criteriosamente dividiéndose el costo de la fiestita entre las familias, a prorrata del número de invitados de cada una y los garroneros a suerte y verdad.
Luna de miel corta porque la mosca no daba para tanto, viajecito a Bariloche en ómnibus y la primera noche en un hotel y si la cosa tuvo gusto a poco a hacerlo en casa que es más en cuenta.
La casita no era de lo peor, ni tampoco un palacete, para dos y el Batuque, si el nuevo integrante de la familia un perro blanco y peludo, porque no le daba para barbilla.
A la flaquita que enseguida quedó embarazada y se le llenó la barriga de huesos, como dicen en mi pueblo, y tuvo al fruto de sus amores, en tiempo y forma y si alguna vecina anduvo echando números perdió porque todo fue hecho a la antigua.
Bah…, a la antigua lo hacían como ahora, pero lo tenían más en el horno.
Todo totalmente pagado, sin deudas vino el varoncito con un pan abajo del brazo, compraron el autito y cuando parecía que tenían todo, algunos dicen que de ilusiones también se vive, pero hay realidades que las superan y se dio una realidad real… el caso de que entró a sobrar el marido…
Se divorciaron, cada cual por su lado y Santas Pascuas.
En la vida no se puede tener todo y que todo sea para bien…