Cosmética
Hay un símbolo antiquísimo que se pierde en la lejanía de los tiempos, el cual consiste en un águila bicéfala (con dos cabezas) la de los Habsburgos, que llevaba una leyenda al pide que dice “Ordo ab chao” (orden desde el caos).
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Vayamos al origen de la cultura occidental, si es posible realizar dicha dicotomía, dado que por algún lado hay que empezar y sin que ello signifique ignorar ninguna cultura por más lejana que sea, en cuanto a su influencia y su antigüedad como pueden ser la china, la hindú, la japonesa, entre otras por ejemplo o más próximas territorialmente como las precolombinas (maya, azteca, inca, etc.).
El hombre dejaría de ser hombre si no se preguntara acerca del mundo que lo rodea.
Me referiré muy someramente y en sus inicios e influencias a las culturas griega y romana y su marca en los elementos que nos rodean.
Hace muchos miles de años, cuando la humanidad aún vivía en estado primitivo.
Los hombres se debieron de asomar de sus cuevas y preguntarse qué era lo que contemplaban.
Qué producía la luz del rayo o el ruido del trueno o el viento o la lluvia o el calor o el frío.
En lo interno también se preguntarían sobre la enfermedad, la vejez y la muerte.
Cómo descubrieron la forma de dominar el fuego o confeccionarse las ropas.
Eran muchas las preguntas sin respuestas.
El hombre primitivo tuvo que inventarse las respuestas más convincentes para sí de acuerdo a su nivel y el de sus contemporáneos.
El viento era como el soplar de un hombre gigante y enfurecido, tremendamente poderoso que no moría nunca, este ser sobrehumano era un dios o un demonio.
En los planisferios antiguos en los rincones aparecen cuatro cabezas soplando.
Si nos ponemos en su lugar en aquella época, la cabeza no nos daría para imaginar al más que eso.
El rayo era como una lanza tirada por otro dios, al igual que entre los hombres primitivos andaban a los palos entre ellos, por qué los dioses no iban a andar en la misma.
Como los hombres y mujeres tenían hijos, la lluvia al caer sobre la tierra fecundaba las semillas y nacían las plantas, algo así como que estas eran hijas del cielo y de la tierra.
Con ello el transcurso de las estaciones les producía la muerte y los ciclos primaverales daban lugar a la regeneración natural de las plantas.
Cada grupo humano elaboró historias de este tipo y las de algunos resultaron más atractivas y lúcidas que otras, teniendo por consiguiente más aceptación.
Recuerdo a uno de mis profesores de literatura en lo que en mi época se llamaba Preparatorios, Guido Castillo, fallecido hace poco, el que con el tiempo terminó dándole clase de Cervantes a los españoles de la Madre Patria, hizo guiones para cine, televisión, escribió teatro y en definitiva hizo todo lo vinculado con la literatura, el cual nos decía en clase, explicándonos, la azarosa vida amorosa de Zeus con cuanta diosa o mortal que se le cruzara en el camino y las insidias que se producían, por ello calificó “jocosamente” el Olimpo como un “conventillo”.
En cierto sentido tenía plena razón porque las aventuras de los dioses estaban libradas a la creación no de uno sino de cientos de juglares que ajustaban los mitos a las circunstancias para justificarlas.
En esas vueltas andaba Homero y algunos otros que no tengo el nombre
De la imaginación popular, trasmitida verbalmente las leyendas, los mitos, no eran nada más que lo que significa esta palabra en griego, cuentos o historias.
Los griegos imaginaron que, en un principio, el universo estaba compuesto por una materia mezclada en pleno desorden.
Nada tenía forma ni figura definida
El universo era tan solo una materia prima y de ella nada habia sido hecho todavía.
A esta materia prima le llamaron Caos (en griego “khaos”, abismo, abertura”).
Todo existía meramente en forma de vapor turbulento y transparente.
Al parecer, sólo había vacío, un vasto abismo y de hecho los científicos modernos creen que así era el universo en su origen.
Hoy en día empleamos la palabra caos para expresar todo cuanto se encuentra en un estado de confusión y desorden, siquiera sea una habitación con todas las cosas desparramadas en ella.
Esta palabra ha llegado hasta nosotros en otra forma incluso más familiar, aunque prácticamente nunca nos damos cuenta de ello.
Cuando fueron creadas del caos cosas con forma y figura, el resultado fue el Cosmos.
Es una palabra griega que significa orden y buena distribución y por lo tanto, es lo opuesto al caos.
Hoy en día es muy frecuente referirse al universo con la palabra cosmos, la cual también es utilizada para otras cosas.
Por ejemplo en 1911 se descubrió un nuevo tipo de radiación que parecía bombardear la tierra por todas partes.
Se tenía la impresión que esa radiación procedía del universo entero, de hecho, de todo el cosmos.
En consecuencia un físico americano sugirió que se les denominara rayos cósmicos y de ahí al día de hoy.
Cósmico también significa vasto y de gran importancia, al igual que el propio universo y un cosmopolita es aquel que se considera a sí mismo como parte integrante del mundo entero y no únicamente un trocito de él.
Existe una huella aun más conocida de la palabra cosmos.
Dado que cosmos significa buena distribución y orden, los polvos, el carmín, los lápices de labios, los sombreados y otras cosas para poner la cara en orden son los “cosméticos”.
Y para cerrar una pizca de humor
No cabe duda que, viendo trabajar a ciertos empleados de los institutos de belleza, uno tiene la impresión de que emplean el maquillaje para convertir un caos en un cosmos, y que caro nos cuesta.
Jajajaja. que bueno . asi que los lifting faciales son cirugias cosmeticas que tambien en el desorden ponen orden al colocarte todo en su lugar. por lo menos en el lugar que se desea. los masajes logran la tonalidad de los musculos y no se caen aquellas partes, que no queres que se te caigan y por lo tanto tienen que ver con el orden cosmico.como siempre aprendimos algo nuevo. parece muy gracioso pero tiene sentido…
Saludos