Creación del gas mostaza
El mejor de los peores. Invento alemán, que junto con la cocaína fueron los proyectos más nefastos que se crearon en ese período para la humanidad.
C4H8Cl2S, ClCH2CH2SCH2CH2Cl, H, HD, HT, NH-1, NH-2, NH-3, agente mostaza, mostaza sulfurada, una cruz amarilla… o gas mostaza.
Independientemente del nombre (las que empiezan por “N” o por “H” son las denominaciones militares y tienen alguna diferencia en cuanto a su pureza) se trata de un arma química, quizás de las más conocidas debido a la “fama” que ganó en la Primera Guerra Mundial.
Misil alemán cargado de gas mostaza. La cruz representada era de color amarillo, el distintivo de este arma química.
Aunque hay un poco de discrepancia con la fecha en que se descubrió (no se encuentra en la naturaleza), parece haber acuerdo en que la primera síntesis del gas mostaza fue en 1822 por el químico César-Mansuète Despretz aunque no fue hasta 1860 cuando se describieron sus efectos perjudiciales, por los químicos Frederick Guthrie y Albert Niemann, conocido también como el pionero de la química de la cocaína.
Como arma química se utilizó por primera vez en la Primera Guerra Mundial en 1916, ya que Wilhelm Steinkopf y Wilhelm Lommel lo produjeron en grandes cantidades para el ejército alemán.
Desde entonces se ha visto en acción en más ocasiones. Los japoneses usaron el gas mostaza contra China durante la Segunda Guerra Mundial, mientras que la ONU acusó a Saddam Hussein de usar este gas contra la ciudad de Halabja en 1988 durante la guerra Iran–Iraq acabando aproximadamente con entre 3200 y 5000 ciudadanos (al parecer iba mezclado con gas sarín).
Propiedades químicas
Probablemente el nombre de “gas mostaza” sea el menos apropiado para el gas mostaza.
Su punto de fusión (de la mezcla pura) es de 14.4 ºC y el de ebullición de 214ºC, lo que quiere decir que a temperatura ambiente está en estado líquido. Para extenderlo, los soldados alemanes utilizaban aerosoles o misiles cargados, de manera que pudiese llegar lo más lejos posible. Uno de los primeros problemas que surgió fue el de cómo utilizarlo en lugares con temperaturas más bajas ya que en estado sólido no era demasiado útil. El remedio que encontraron fue mezclar. Mezclado con lewisita su punto de congelación baja a -26 ºC sin que apenas afecte a la efectividad del gas (en sitios aún más fríos se utilizarían directamente otros productos).
Respecto a la parte «mostaza» el nombre viene por cómo se hacía al principio. En esas manufacturaciones el material adquiría un color amarillento/marrón y un olor que olía más a cebollas podridas, ajo o rábano que a mostaza (olor que darían probablemente los átomos de azufre, S, y de carbono, C). Además, en cuanto entrara en contacto con alguna mucosa (como la de dentro de las fosas nasales) la irritaría y ya no se podría oler, así que esa peste no duraría mucho. En fabricaciones más puras, la sustancia es prácticamente inodora e incolora.
Estructura tridimensional de una molécula de gas mostaza.
En verde, los átomos de cloro; en blanco, los de hidrógeno;
en negro el carbono y en amarillo el azufre.
Si recordamos la química de la ESO quizás os sueno eso de “enlaces químicos” y en concreto el enlace covalente, el tipo de enlace que se da entre no metales.
Una vez recordado esto, no es difícil entender que la toxicidad del agente mostaza dependa de su habilidad para formar enlaces covalentes con otras sustancias. El átomo de azufre puede unirse a una gran cantidad de biomoléculas tales como las bases nitrogenadas (los “ladrillos” del ADN) a través del nitrógeno, o a las proteínas, mediante el azufre. Así, mediante un proceso llamado alquilación puede destruir un gran número de sustancias y por tanto tejidos vivos incapacitando sus funciones. Esto hace que la persona expuesta también sea más propensa a padecer cáncer por las alteraciones en el ADN.
El otro mecanismo de acción es por la interacción entre el agente mostaza y el glutatión intracelular. El glutatión es un pequeño péptido que, entre otras cosas, “mantiene a raya” a los radicales libres durante la respiración celular. Si una gran cantidad de glutatión está unido al agente mostaza, no puede efectuar este propósito y puesto que los radicales libres son altamente tóxicos esto puede llevar a grandes problemas celulares.
Efectos biológicos
Aunque se necesita muy poco (0.02 mg) para causar ampollas en la piel, en realidad la tasa de mortalidad no llega al 5% del total de los expuestos. Más concretamente, de 2143 soldados afectados en los primeros ataques, solo un 4.4% muerieron (muchos menos que las muertes producidas con otras armas químicas como el gas sarín o el VX). El problema es que incapacita al que lo sufre debido a la gran cantidad de síntomas. Antes de enumerarlos, sabed que estos se suelen mostrar entre 2 y 24 horas tras la exposición al gas (para entonces el daño en las células ya está hecho) aunque algunos efectos (y ya no digo psicológicos) pueden durar de por vida.
Una víctima británica del primer ataque con gas mostaza reproducido 5 días después de la exposición.
Este hombre sufrió laringitis, bronquitis e irritación de los ojos y de la piel.
Como he mencionado anteriormente el agente mostaza afecta sobre todo a las mucosas o zonas húmedas como ojos, fosas nasales, boca… Los síntomas «leves» suelen ser picor de ojos con mucho llanto, inflamación de la piel, irritación de las membranas con mucosas, picor en la garganta, tos y estornudos.
Si las cosas se ponen más feas, los síntomas pueden llegar a ser pérdida de vista, formación de ampollas en la piel, náuseas, vómitos, diarrea y dificultades respiratorias. Respecto a los órganos internos, los daños más pronunciados son los que se producen en la médula, el bazo y el tejido linfático lo que conlleva que a los 5-10 días haya una disminución drástica de la producción de glóbulos blancos y otras células sanguíneas, una condición muy parecida a la que se sufre tras exponerse a radiación ionizante.
A pesar de todos estos síntomas, para causar una muerte se estima que se necesita alrededor de 50 veces más gas inhalado que un gas nervioso como el gas sarín. Y aun así, las personas suelen morir a partir de una semana de la exposición al arma química.
Cura y aislamiento del gas
Hasta el momento no hay una cura para el efecto del gas, ya que la alquilación es un proceso rápido y para cuando salen a la luz los síntomas ya es demasiado tarde. Lo que se hace es prevenirlo (al ser un gas más denso que el aire se va “arrastrando” por el suelo, luego lo mejor es subirse a lugares elevados) y paliar los síntomas.
A pesar de lo que diría la intuición, NO se deben cubrir los ojos con vendas ni inducir el vómito, sino lavar abundantemente con agua o una solución salina y poner gafas protectoras y hacer beber a la victima (si puede) agua o leche.
En cuanto al resto del cuerpo, si ha tocado la ropa lo más recomendable es quitársela y aislarla en dos bolsas de plástico, y si hay sospecha de que ha tocado el pelo, cortarlo. Respecto a la piel, la experiencia muestra que se puede curar incluso si hay afectado un 80%-90% del tejido, pero normalmente se necesitará cirugía plástica. Con los dolores no queda otra que anestésicos y para la respiración broncodilatadores.
Algunas de las bombas con gas mostaza encontradas en Bélgica.
Pero una vez que no hace falta el gas mostaza, ¿qué se hace con el? Por increíble que parezca la mayoría de misiles de la Primera Guerra Mundial que sobraron se lanzaron al mar, mayormente al Báltico, donde muchos de ellos se los han encontrado pescadores o gente en las costas.
El problema con esto es que sigue siendo activo durante 5 años y por tener una textura aceitosa en ocasiones se confunde con el ámbar gris, un material muy valioso, y eso puede llevar a catástrofes (afortunadamente este “remedio” se acabó prohibiendo).
Otra opción es incinerarlo o enterrarlo. Aunque pueda parecer que “no nos toca”, este mismo año un granjero descubrió 200 bombas de gas mostaza en Bélgica (aquí la noticia en holandés). Más escandaloso todavía, quizás, es que sigue siendo legal producirlo y almacenarlo. La Convención de Armas Químicas de 1993 permite que un país posea hasta una tonelada de este compuesto (de hecho es mucho más fácil de sintetizar que otras armas químicas), aunque si produce más de 100 gramos al año debe informar a la Organización para la Prohibición de Armas Químicas.
¿«El mejor de los peores»?
Hasta aquí está claro por qué entra en la categoría de los peores, ya que se utilizaba, como ya se ha dicho, para incapacitar al enemigo o despejar una zona (aunque la zona quedaba contaminada porque se evapora muy lentamente). Pero la parte buena (si en estas cosas se puede ver una parte buena) es que no suele matar y los síntomas son bastantes llamativos pudiendo proceder a la recuperación cuanto antes.
Además, aunque ahora no se utiliza con propósitos médicos, antaño si se hizo. Al igual que pasaba con el veneno curare, lo que importa es cómo se use. Y como prueba no “un botón” sino dos: hasta hace algunos años, en dosis controladas, se utilizaba como remedio para la psoriasis, una enfermedad cutánea que no suele tener una cura total.
Y algo aún más llamativo: el cáncer. Sí, hemos comentado que aumentan las probabilidades de tener cáncer al afectar al ADN, pero hay algo más.
Las autopsias que realizaron investigadores de la Universidad de Pennsylvania sobre 75 soldados muertos por el efecto del arma de la cruz amarilla revelaron una menor cantidad de glóbulos blancos y la mayoría tenían la médula destrozada. Los médicos empezaron a investigar por qué esto había pasado, y en 1942, la mostaza nitrogenada (un compuesto muy parecido a la mostaza sulfurada) se usó en un hospital en EEUU para tratar a pacientes de linfoma.
La mostaza nitrogenada funciona modificando físicamente el ADN de tus células (es un llamado agente aquilatante). Trabajos del Cáncer Research UK en Londres en los 50 llevaron al desarrollo de agentes alquilantes más efectivos como el clorambucilo, melfalány busulfan, medicamentos que se siguen utilizando actualmente en quimioterapia. Y así fue como un cancerígeno fue el origen de la quimioterapia.
Por suerte que todavia no se entero el coreano Kim Jong-un de que existe esa bomas quimicas que sino se termina el mundo