17 diciembre 2024
CRÓNICAS

El espectáculo más grande del Mundo

Mi viejo representaba a los circos en Montevideo y desde que tengo uso de razón y hasta la adolescencia, me veía en primera fila todas las matinées y vermouths de sábados y domingos y cuando no había deberes la vermouth de los jueves.

El armado de la carpa era un espectáculo aparte reservado para los elegidos (y el colado).

El domador de elefantes, Somapala Píriz, había venido de Ceylan (hoy Sry Lanka) para cuidar el viaje y la entrega de seis elefantes, una de ellas una cría crecida pero no mucho que se llamaba Yoga.

El envío iba para el zoo de Buenos Aires y comprendía los elefantes, tigres reales de Bengala, cobras, etc. y el se encargaba de darles de comer y asistirlos. El negro integraba el paquete del negocio, vino con pasaje de venida solamente, no porque fuera su intención emigrar sino que era materia descartable para los vendedores. En Buenos Aires no recibieron los elefantes, no se por qué problema y los hermanos Stefanovich compraron los paquidermos y Somapala quedó incorporado. Era un negro azul, con pelo lacio.

A los elefantes no tenía que tocarlos con el gancho que llevaba por las dudas y los manejaba a la palabra, entre las cuales había muchas de origen y alguna que sonaba a inglés.

Cuando la elefanta mayor tenía que hacer alguna tarea en el armado la mandaba y ella iba hacía lo que le había ordenado y volvía, como un perro a buscar la caricia. Acariciar la trompa del elefante no es muy agradable porque con las cerdas que tiene es como acariciar un cactus. Subirse era más fácil, porque levantaba la pata delantera la que funcionaba como escalón y agarrado al arnés se llegaba al cogote-lomo. Era bastante alto y uno no estaba muy cómodo ni seguro y de piernas abiertas menos. El camello entre las dos jorobas es mucho más mullido, pero no se cada cuanto lo bañaban, creo que menos que en el desierto porque el olor es bastante desagradable, por poner un calificativo accesible a todo público.

Estos elefantes que eran para zoo y no para circo, uno de ellos era entero y para no tener problemas siempre se utilizan animales castrados, para evitar las eventuales reacciones cuando el celo de una hembra y en este caso se multiplicaba por cinco, porque tal era el número de hembras.

Recuerdo, en plena función, había una elefanta en celo y el elefante sacó una herramienta, que aunque me la imaginaba no podía creer el tamaño y se levantó sobre sus patas traseras para consumar el débito, barbotando y el hindú se le puso al lado, saltó y con el gancho lo agarro de la parte de arriba de la oreja y lo bajó. Los que habían sacado entrada para la función de sexo explícito perdieron la plata porque lo sacaron al elefante vendiendo boletines para el fondo, aquel camino que de un lado tenía el túnel para los leones, los tigres, los osos pardos y del otro lado los peones que se borraron cuando vieron que ardía Troya.

Había un chimpancé viejo llamado Mickey, que lo sacaba a la pista un americano grande como un rancho. El domador venía regalado porque lo sacaba a babucha y el mono era grande y pesado y con unos regios dientes en la nuca del gringo.

A mí y a otro muchacho nos tenía bronca el mono, porque sí, nosotros nunca le habíamos hecho nada, pero son bichos y tienen sus cosas. Había un cajero argentino Rey de apellido, que todos los días iba al lado de la jaula del chimpancé y aparentemente eran amigos. Fumaba el cajero y el mono ligaba alguna pitada. Todo bárbaro, muy amigos hasta que un día el mono le dio un mordiscón en una mano que le tuvieron que dar un montón de puntadas.

Nosotros siempre nos sentábamos en los palcos que no se habían vendido o los del expolio de la prensa que habían quedado libres y el mono empezaba su número andando en monopatín y en bicicleta y al pasar por donde estábamos con una pata agarró la parte de abajo del monopatín y con las manos lo tiró en dirección nuestra, que pegó en el borde de la pista y con la bicicleta hizo lo mismo.

Hacía equilibrio sobre una cuerda y se acostaba y tomaba por el pico una Coca Cola y ni bien la terminaba nos tiraba con la botella.

El domador que era bien gringo y bruto le dijo a mi viejo que saliéramos de la vista del bicho cuando su número, porque si el mono se desacataba iba a tener que matarlo y llevaba revolver al cinto.

El dominio que tenía el domador sobre el mono era muy fuerte, recuerdo que una vez en el fondo, antes de salir a pista, se desacató el mono, no se quería dejar vestir o algo por el estilo y le tuvo que aplicar el reglamento, que consistía en darle con la propia cadena, de esas de eslabón soldado y el mono armaba un escándalo de la masita.

La iluminación de la pista encandila que no deja ver hacia la platea. El mono podrido hacía su numero y miraba para la platea y llegó a descubrirnos en las gradas que además de estar a oscuras estaban bien lejos.

A veces para arrimar público se sacaban los animales en sus jaulas a dar una vuelta y también iban llevados por los peones la jirafa, dos camellos, los ponies (caballos petizos tubianos), los shetland ponnies, las llamas y los guanacos y cuando volvíamos de la vuelta, tuvimos un mal entendido, el guanaco comigo y me escupió en parte de la cara y la oreja. No se que había comido el bicho pero olía bien feo y yo también.

A mi viejo le fue peor, estaba hablando como a dos o tres metros de la jaula de la pantera negra (que la competencia decía que era una onça preta, jaguar negro brasileño y no un leopardo negro africano) y la doña levantó la cola como un gato doméstico y les echó una regia meada con gran estilo, fetidez y calentura de los homenajeados.

Fuimos creciendo y el show llama y cuando había pista de hielo hacíamos la claque, salía una patinador caracterizado de Carlitos Chaplín acompañado por la música de Candilejas y se venía como trompada patinando y frenaba los patines de golpe donde estábamos nosotros y nos tapaba de hielo. Nos tirábamos con las butacas para atrás, armábamos escándalo y nos retirábamos ofendidos del espectáculo y el público a las carcajadas y aplaudiendo, porque no hay cosa que produzca más risa que el ridículo ajeno, pero, como de ahí, hasta la puerta, era bastante largo el tramo, a la estrella no le divertía mucho porque le robábamos escena y le cortábamos el número.

El circo es una gran familia en el circo de los Pensado estaba un hombre viejo que teóricamente era el dueño de todo, don Chico y había empezado con los circos de campaña, aquellos que el espectáculo se dividía en dos partes.

En la primera acrobacia, equilibristas, magos y algunos animales. En la segunda parte se hacía teatro, un teatro elemental donde se daban casi siempre las mismas obras, y si le sacamos el casi podemos decir Juan Moreira o el Matrero Martín Aquino.

Poca letra y mucha acción, contaba don Chico que una vez en Juan Moreira en la parte final en que se le viene la milicada encima y tenía una batalla campal a puro facón y los demás cuando veían que ya no daba más de cansado de tanta pelea, le resucitaban a los milicos muertos y se los mandaban a seguir la pelea y el entre dientes los insultaba y amenazaba con echarlos si le seguían mandando milicos.

Ese teatro de segunda parte en el circo rural fue uno de los popularizadores del teatro, porque el teatro clásico siempre existió para determinada clase social, pero para el pueblo la iniciación en el gusto por el teatro estaba en Juan Moreira.

Ahí empezaron los Podestá, José Pepe Podestá (Pepino el 88) Gerónimo Podestá, Blanca Podestá, cuyo nombre lleva una sala de nuestro Montevideo, todos ellos uruguayos, tan uruguayos como el mate tomado con termo, aunque ahora les pongan el rótulo rioplatense, empezaron de esta forma.

Y muchos paradójicamente terminaron de esa forma, conocí hace unos años, en La Coronilla, un hombre cuyo nombre no recuerdo, que vendía diarios y apuntaba quiniela y todos los días dejaba los aparejos en las piedras del Cerro Verde para pescar las corvinas negras más grandes que he visto y este hombre se radicó en tal lugar, porque ahí se le incendió su circo, que era tan pobre que era de plastillera y no de lona, y con el fuego no le quedó nada. Creo que se salvó un mono y tuvo que venderlo para no morirse de hambre. Porque todos en el circo vemos las lentejuelas y las luces de colores, pero también hay miseria, invalidez y muerte, no tienen caja de jubilaciones que los ampare, es una vida sensacional cuando se es joven y sano, bah… toda vida es sensacional cuando se es joven y sano y si se tiene dinero mejor todavía.

Volviendo a los Pensado don Chico tenía un montón de hijos, algunos menores que los nietos. El fuerte del trapecio era sobrino del volantinero Argentino Pensado que era mayor que él. Toda la familia trabajaba en el circo y el mérito mayor de esta familia, es que empezó con un circo de campaña de dos partes y terminó con un circo de tres pistas al nivel de los grandes circos americanos, claro que a la uruguaya.

Todo fue pasando y uno de aquellos que daban saltos mortales vestidos de payasos lo encontré hace unos cuantos años, trabajando de mozo en un café en San José y Yi y hace pocos años me encontré con un circo en el terreno grande sobre avenida Italia (donde decían que iban a construir el Sanatorio del Sindicato Médico), y preguntando, como quien no quiere la cosa, era de uno de los descendientes de aquellos Pensado, no quise preguntar más porque hubiera sido remover un cementerio con los antepasados y lo que noté por cierto es que lo llevan en la sangre, tenían una cantidad importante de tigres, porque ellos siempre fueron muy de criar sus animales y reproducirlos, son cosas que traen en los genes.

Uno de los elementos muy importantes, en su época, era el trapecio, cosa muy elemental en su estructura: un balancín, una balsa de arranque y otro balancín para que el fuerte ataje al volantinero y la red.

Pero hay una cosa que nadie tiene en cuenta y es que todo depende de los tiempos y de pequeñas órdenes que se dan entre el fuerte y el que larga al volante. El peso del balancín es lo que le da la velocidad de ida y de vuelta. Las cosas tienen que estar a nivel perfecto, porque si esto no anda bien todo se complica. Esos aparejos que tiran y vuelven a tirar los peones dirigidos por el encargado de la pista, son la diferencia entre un acto completo o una caída a la red con diversos resultados.
Hacer el número del trapecio en serio es mucho más fácil que hacerlo en forma distendida.

Había un número de trapecio donde todo iba normal hasta que aparecía un payaso y se quería subir y subía haciéndolo todo muy difícil y en consecuencia aumentando los riesgos y simular un tropezón a 10 o 12 metros de altura no es tan simple.

Pupulo con su indumentaria de payaso, que no era tan cómoda para el trapecio como la malla de los acróbatas, se largaba en el trapecio y el fuerte lo recibía y ahí se seguían complicando las cosas porque a pesar de que todo estaba ensayado siempre estaban los imponderables, y el payaso se trepaba por el cuerpo del fuerte y daba toda la vuelta y después de montones de amagues, donde ya no tenía más el balancín porque hacía rato que estaban en otra cosa y el balancín quedaba afuera de servicio y Pupulo terminaba cayendo a la red (todo simulado por cierto).

Eso que lo vi montones de veces un día al caer Pupulo sobre la red revientan los tensores y sigue de largo y cae con red y todo al piso y se dio flor de golpe. No se mató porque no era su día.

Había una trapecista Alcira que se columpiaba en un trapecio sin red y hacía su piruetas y en sus botas tenía un sobre talón con el cual cuando ella se largaba hacia atrás quedaba cabeza abajo manos sueltas y sujeta por el sobre talón, el trapecio y la ley de gravedad.

Un día falló el sobre talón y cayó sobre las butacas de la platea y se produjo graves lesiones, no se fracturó la columna de pura suerte y al tiempo volvió al trapecio.

La madre de los Stevanovich miraba los diarios del día siguiente que daban la noticia con grandes caracteres del accidente de la bella trapecista y la vieja decía: “Esto es publicidad y no la que nosotros pagamos”. La vida valía poco y el que la quedaba, la quedaba. Esa era la verdadera vida del circo atrás de los telones. Y el espectáculo con las lentejuelas y las luces de colores debía seguir.

Todo fue fenómeno y nos gustaba más la parte de atrás donde hacían calentamiento los artistas y sobre todo unas contorsionistas de nuestra edad, alemanas, rubias y como bien dicen, nunca falta un buey corneta, enteraron a mi viejo y hasta ahí participé del show, porque nos estábamos integrando demasiado al espectáculo.

Un comentario en «El espectáculo más grande del Mundo»

  • que dura la vida del circo…les aviso que desde el boletin no pude abrir aki tuve q ir a la principal. ya les mando la cuenta…no….saludos

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