El manguero fiel
Supe tener en el entorno de mi vida mangueros de todo pelo y marca, todos ellos no pagadores, pero no me quitaron el sueño ni me hicieron infeliz.
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Un día estaba en la oficina, sentado en mi despacho y el portero me anuncia que había un señor González (nombre real), que quería hablar conmigo.
Acto seguido como era mi costumbre, sin hacerlo esperar lo hice pasar, el Sr. González me dijo, “Seguro el Sr. Comousté, ya no se acuerda de su compañero González”.
Ahí empecé a atar cabos, por supuesto era el flaco González del liceo No. 5 “José Pedro Varela”, el público, el que estuvo en el local de IAVA y le pregunté que le pasaba y me salió con todas las malarias habidas y por haber.
Me sentí mortificado, porque siendo iguales yo estaba bien y él en la garra y saqué en aquel entonces mil pesos del bolsillo y se los metí en el ídem de él.
La cosa duró poco más y se fue para mí alivio, porque me sentía realmente mal, un buen compañero el flaco González y que anduviera arrastrando la lata de la manga así, era horrible.
Me fui para mi casa, agarré la foto de primer año de liceo, y efectivamente ahí estaba González, claro que tenía un prognatismo bien marcado, era un muchacho humilde, de los que había muchos en mi liceo, porque venían en el 105 los de la calle Espronceda de la Unión, algunos de Camino Carrasco, la zona del Pasteur y otros del Cordón y nosotros del Palermo, Sur y Parque Rodó.
Habíamos algunos que éramos hijos de profesores, como yo que era hijo de maestra y otros de profesionales y se formaba por el director Raúl Estrada, el mismo director que simultáneamente le tocó empezar con el Liceo 11 del Cerro, un grupo de muchachos que teníamos un origen parecido, hijos de docentes, hijos de profesionales y nos mezclaban con otros de distintos orígenes para formar eso que es el Uruguay de hoy, un país sin discriminación de clases.
No crear un grupo clasista, sino que la intención era, que los que tenían un origen de educación más limitada, pudieran llegar a otros niveles mejores.
Lo que hizo mi madre conmigo en la escuela fue hacerme sentar todo un año con un aragonés recién llegado de Zaragoza, para que perdiera el “bo” del Palermo y se me pegara el “tú” de la madre patria y otros modismos.
Tal era el caso de González, además estamos hablando del liceo al que se concurría de saco, camisa, corbata, mocasines o incalcuer y pantalones, muy distinto al de hoy que van a tener que implantar el uniforme para evitar las alumnas con calzas o con esos pantalones que le dicen “cagaos”, porque es lo contrario a lo que eran o son las calzas, y parecen un clown de circo.
Los varones de hoy van con los clásicos jeans de marca eso sí, más caros que el mejor de los pantalones y unos zapatos deportivos que valen como un par de mocasines de marca.
No compran un jean, sino que compran una grifa.
El uniforme tiene una gran virtud, nos iguala a todos para el medio y se evitan los excesos de las minis, los maxis, los escotes para las más desarrolladitas o el complejo de inferioridad de las flacas secas.
Bueh… miraba el álbum de la fotografía de todo el grupo, con Mme. Laffitte, creo que era ella, una vieja que enseñaba inglés, a pesar de ser Mme. lo más probable sería que fuera Mlle.y uno que sostenía un cartelito de cartón de una tapa de caja de zapatos que indicaba 1º D.
Si era cuando los zapatos venían en caja de cartón, no los que ahora te venden y te los zampan en una bolsa de plástico.
Al día siguiente me anuncia el portero al Sr. González, con una nenita chiquitita de brazos, lo hice pasar, ya se sentó de pique baqueano en el sillón de cuero estilo Windsor del pallier de recepción.
Empezamos a hablar y le pregunté a cuántos de los muchachos del liceo había vuelto a ver, dado el tiempo transcurrido y ahí le empezó a patinar el embrague y saqué la fotografía del grupo, que había llevado para mostrársela al portero para que me mostrara a González, para poder compartir como se había venido a menos en tan pocos años.
Cuando le mostré la foto, pareció que no veía bien, estando a sus dichos, y en esa época la presbicia todavía no había empezado a funcionar.
Ahí empecé a pensar que no estaba deteriorado, sino que tenía bastante más de cuarenta.
Lo empecé a trabajar por el lado de los nombres y los apodos de los compañeros y pegaba todas en la herradura y ninguna en el clavo.
Lo apreté con el nombre propio de pila y me cantó otro nombre, así que no era ni siquiera por el apodo “el Piano” González.
Con lo mortificado que había estado, porque me había agarrado un chupete de novela de ver a uno de los nuestros tan embromado, que cuando me di cuenta que era todo verso, yo que no soy tipo violento para nada e incapaz de irme a las manos, lo agarré del cogote y lo saqué a puteada limpia de la oficina, con la nena de tiro, como si fuera una bolsa de papas.
Recuerdo que había una vieja “casaconventos” que me trató de animal por haber sacado con cajas destempladas a ese pobre señor con una nenita de rosado, la que calculo que era prestada.
No fue por los mil pesos de miércoles, sino por lo mal que me había hecho pasar este malparido y del otro González nunca había sabido, ni nunca lo volví a ver al González de verdad ni al González de mentira.
Otra vuelta, muchos años después, uno que había sido flor de delincuente, le hizo una estafa a una vieja y se hizo pasar por tupa para sacar patente de víctima, de Robin Hood y no de chorro.
Largo tiempo después, donde la mayoría se habían acomodado y laburaban, él seguía en la fácil, chupaba en los boliches, se mamaba, había entrado en ese jueguito del tipo que se toma unas cuantas en la mañana para acomodar la resaca del día anterior y los va enhebrando como cuentas de un collar, un peludo tras otro, al final son como el mes de enero, no tienen un día fresco, aunque mirando este año el símil o metáfora no sirven, pero el dicho es así, yo que culpa tengo que este enero haya sido llovedor.
Este tipo me tenía caliente, porque era un vulgar vividor, se hizo la víctima política para pasarla mejor y todavía que capaz que rescató algún mango por daños y perjuicios, y lo reintegraron de profesor, profesor de cachiporra que era la única materia que podía dar con solvencia, aunque era tan Juan Pelotas que no le daba ni para eso.
La secretaria en el estudio me avisa la presencia del tipo.
Cuando entra al despacho ya le siento la baranda de grappa desde lejos.
Me hace un cuento, que la mujer, los hijos, el perro y me manguea y yo saqué del bolsillo mil pesos y le dije que era lo único que tenía.
Sabía por experiencia que ese era el precio para que no volviera a manguearme nunca más, porque no me los pagaría nunca y así fue.
En mi barra había un médico de familia de mucha plata, vivía de rentas, tenía una chacra pour la galerie, donde íbamos todos a comer asados y a tomar nuestros caliboratos.
La cosa era a tal nivel que cuando empezamos a ir a la chacra tenía una cochera para tres autos, pero como nosotros éramos muchos más, unos treinta o cuarenta, él agrandó la cochera para dar cabida a todos los vehículos, doce cabían bien.
Era psiquiatra y nunca había ejercido la profesión en forma remunerada, solo gratuita y a los pobres, vivía solo y tenía un loco catatónico, de esos que no hablan, que lo tenía para hacerle la caridad de no estar en el Vilardebó y que puchereara bien y de paso acompañaba y no sé si cocinaba, porque nosotros cuando íbamos, la mano siempre venía de asado, el loco quedaba guardado en su cubil.
No usaba sábanas ni fundas en las almohadas, el médico no el loco, y las almohadas estaban tirando a negro de la grasa del pelo y el cuero.
Hizo una piscina, casi olímpica por su tamaño, pero se la encargó a un albañil, bastante poco lúcido que le dio la profundidad que correspondía, con olla y todo, pero no usó un nivel para controlar el suelo y se la hizo en bajada.
Cuando la llenaba se le desbordaba del lado de abajo y estaba seca del lado de arriba, no estoy exagerando en lo más mínimo.
Criaba ratones blancos para no sé qué experimento, sobre la longevidad y los alimentaba con moscas, que en esa parte creo que entraba a tallar el loco.
Los ratones eran como 500, yo no les tengo asco a los ratones, pero cuando hay muchos se producen actos de canibalismo y la cosa no es muy agradable para nada.
Podría seguir narrando mil cosas más del doctor, que creo que eligió la especialidad para ver si se podía atender el mismo, porque en el fondo siendo un tipo brillante, era loco de remate.
Un día me dice, “Che Comousté, tendría que documentar un préstamo que hice”.
¿Así y como es la cosa?, “le presté quinientos mil dólares a mi sobrino”.
“Si querés lo conversamos, con tu pariente, pero estate seguro que no te va a firmar nada ni te va a pagar un carajo.”
Dicho y hecho, el loco murió y el sobrino sigue viviendo en una regia mansión con jardineros del Garden Club.
Pero no los voy a dejar con ese sabor amargo que dejan los jodedores por doquier y perdonen mi terminología que no la uso normalmente y menos por escrito, pero son una especie que no me cae en gracia para nada.
El otro día don Carlos Perciavalle, contó una anécdota de China Zorrilla, Concepción Zorrilla de San Martín, que me reivindicó en parte al ser humano.
Resulta que a China le debían una plata y se la pagaron, estando a los dichos de Carlitos.
Iba con sus cuarenta mil dólares en la cartera y como es ella conversadora arrancó a charlar con el taxista en Buenos Aires, nada menos, que el gremio está lleno de los que trabajan en negro y te afanan las valijas y hasta las medias sin tocarte los zapatos después de haberte vareado por todo Buenos Aires.
China, dólares, taxista porteño un bocatto di cardinalle.
El taxista le empezó a llorar la milonga de que era padre de familia y que si no pagaba una deuda que tenía lo tiraban para afuera de su casa y quedaba en la calle con su familia.
China le preguntó cuánto era la deuda a lo que el taxista le dijo U$S 37.000.- y China, despistada y desprevenida como es, metió la mano en la cartera y se los dio al taxista y le deseó la mejor suerte al buen hombre.
Pasaron ocho años, le golpean a la puerta de la casa de China y está un señor que pregunta por ella y era el taxista que después de tanto tiempo, el mismo lapso que le había llevado juntar la plata, volvía para devolvérselos.
Dos fuera de serie, China y el taxista.
Después de esto uno recuerda un verso del gran poeta uruguayo, mal tratado por la generación del 45, porque tenía que vivir de lo que hacía y le escribía para Fernando Ochoa un recitador argentino, y los de acá lo criticaban a Yamandú Rodríguez porque vivía de su arte.
Para ser poeta pareciera que uno tendría que ser muerto de hambre y tísico.
El escribió una poesía llamada el Remate, en la cual a un viejo le rematan todas las pilchas y pelegos, estribos, cojinillos y hasta el morito y sus avíos.
En la pica del remate unos muchachos jóvenes iban comprando cada una de las cosas y el viejo decía para sus adentros, ya no da criollos la patria, hasta que cuando termina el remate, los muchachos le entregan todo los suyo al viejo y el exclama, sigue dando criollos la el tiempo…
Que todo sea para bien…
Que nivel el taxista que le tocó a china y china es china no hay con que darle.Buenas historias.
Si habrá que tener cuidado con los que simulan conocernos. esa forma de sacarte de encima a los mangueros esta buena, pero no siempre funciona. China Zorrilla demostró ser aparte de una gran artista, un gran ser humano.muy linda historia comuste.
Bss Rita.
Un poco de todo en esta historia. Me partí de risa con el González que no era el González recordado, aunque no con la estafa del González desconocido y con niña prestada.
Me encantó la anécdota de China. Mujer fuerte, derecha, humana. …Qué acto de desapego al vil metal, o qué distraído lo suyo. No importa. Qué bueno que eso no fue en vano y finalmente lo recibió un fulano derecho que supo aprovechar esa dádiva y tuvo la conciencia, el honor y la constancia para juntar el dinero y devolverlo.
Otra historia con bastantes datos, donde las cosas empiezan en un lado y terminan en otro que nada que ver.
Pero la vida y los recuerdos son así, sin brújulas, libres. El viento de la memoria los sopla para donde le viene en gana y resultan estas líneas amenas que vienen bien leer en horas de insomnio.
Salud, y gracias, Comousté.
Es interesante que los de la Cámpora muestren tanto interés por investigar a los opositores pero se muestren tan poco interesados en Bodou, Bonafini, Jaime, Lázaro Baez y tantos otros que pertenecen a su mismo palo. Camisetas de fútbol baratasen http://www.espncamisetas.com/ Siempre mirando la paja en el ojo ajeno sin ver el bosque en el ojo propio, que rara la actitud de éstos militantes.