El ‘Ñato’ y perdón fallido
El Ñato posee una figura bastante voluminosa, parece una fruta, bien hidratada, a la cual si uno le hinca la uña se abre y con el debido respeto de los lectores, no está hidratada con agua por supuesto.
Es una persona culta, como muchos otros integrantes del MNL, conforme otros no lo son.
Fueron becarios del pueblo oriental (y algunos por el pueblo cubano) para que leyeran, intercambiaran ideas, se entrenaran en tácticas o técnicas revolucionarias o se fumaran el cigarrillo caminando, de una pared a la otra, de la celda, o el patio, del centro de reclusión y terminaran rallados del todo.
Un cigarrillo atrás del otro, los presos a este camino entre rejas le llaman el trillo.
En Punta Carretas jugaban al básquetbol y al fútbol todo el tiempo, y me lo dijo uno de los grandes, para estar prontos, entrenados para el momento de la gran fuga y lo estuvieron.
Al Ñato, al igual que el Presidente de la República, prefieren estar vestidos en forma informal, con alpargatas inclusive que con unos zapatos o mocasines.
No le llamo el Pepe, eso se lo dejo para la Presidente (no pongo presidenta porque a ella le gusta) argentina Cristina Fernández, viuda de Kirchner.
El Ñato distingue más las cosas de la investidura y el protocolo, cosa que le cuesta sobremanera al Presidente, aunque es tan anárquico, que cuando le dio un premio el Rey de Suecia, no sé en mérito a qué, a Mujica le brotó el Pepe, haciéndole una reverencia inclinando la cabeza, faltándole poco para besarle la mano (pero sin ponerse corbata) y Mario Vargas Llosa cuando le entregaron el premio Nóbel le dio la mano como a cualquier otro ser humano aunque vestido de etiqueta y corbata de moña.
Su voz que se arrastra, aguardentosa y cascada. Posee una filosa ironía.
El insulto es palabra fácil en su boca, o a flor de labios.
Antes el show podía ocurrir en una mateada del MLN.
Ahora fue en una suntuosa comida de la Asociación de Dirigentes de Marketing.
La claque siempre festeja.
Fernández Huidobro, ministro de Defensa Nacional, dijo: “A mí me invitaron muchas veces a que me sentara en una mesa junto con los militares para que los dos pidiéramos perdón. Y yo dije no: ‘la mesa tiene que ser muy grande’. Una silla tiene que ser para mí, para el MLN, pongámosle; otra silla para los militares, pero tiene que estar el embajador de los Estados Unidos. El embajador ruso tiene que estar. Los directores del diario El País, que incitaron el golpe de estado, tienen que estar. Los grandes medios de prensa tienen que estar, las grandes gremiales, los partidos tradicionales, muchos de cuyos afiliados fueron golpistas, como Bordaberry, por ejemplo tienen que estar. Porque aquí la cuestión de que se sienten dos, no más, es una estafa a la población y a la juventud. Es contar la historia del país equivocadamente. Acá para venir a sentarnos en la mesa del perdón – el pedir y el del dar – es una mesa grande, ¿eh?”.
No veo que el perdón tenga nada que ver con la paz.
Cualquier estúpido dice perdón y el otro dice “está disculpado” y alcanzó.
Un padre nuestro y alguna avemaría. Y sanseacabó.
El tema no está en el perdón, sino más bien en el arrepentimiento.
El arrepentimiento por todos los robos, homicidios, torturas, secuestros, años en prisiones inadecuadas para ello.
Esas prisiones son más para la venganza que para cumplir su misión primordial, sacar al peligroso del medio, para que no vuelva a delinquir y una vez recuperado restituirlo a la sociedad.
Las cárceles de la dictadura, fueron campos de entrenamiento para la guerrilla, lugares donde se impartían nuevas técnicas, se planeaban las operaciones e inclusive se dirigía la guerrilla de adentro de la cárcel y eso que en aquel entonces no estaban los celulares tan a disposición como ahora.
En aquel entonces comunicarse los de adentro con los de afuera le podía costar muchos años de cárcel al mensajero.
Un ex tupamaro residente en Brasil narró como se debería programar el pedido de perdón, incluyendo los participantes y el propio escenario: “Para satisfacer la curiosidad previamente se realizaría un ritual público durante tres días.
“En el estadio Centenario, la plaza pública históricamente más representativa del país, se reunirían los cien protagonistas de toda esa época, coroneles, generales, líderes guerrilleros, senadores y diputados que permanecieron en el país, directores de periódicos, etc.
“Se colocarían en ese escenario tablas sencillas de pino formando un gran rectángulo, todos sentados alrededor, sin papeles para anotar.
“Solo la voz. Y unas cámaras de televisión en cadena nacional abiertas durante los días de la declaración. Solo una regla en ese juego: no interrumpir la declaración de nadie.
“Las grandes justificaciones están prohibidas, ni defensa de la democracia, ni igualdad para todos, ni defensa de la nación.
“Solo se habla de lo que concretamente se hizo.
“Sí, yo apreté el gatillo en una ejecución y después de realizarla estuve comiendo empanadas y tomando vino con unos amigos. Me sentí muy bien después y tuve una magnifica noche de sexo con mi compañera.
“Yo mandé torturar dieciocho personas y torturé directamente cuatro.
“Yo estuve en Buenos Aires secuestrando gente y colaboré en la desaparición de tantas personas.
“Yo fui senador y me fui a casa cuando cerraron el Parlamento y dejé que los militares hiciesen tal o cual cosa.
”Yo dirigí un periódico, elogié el gobierno de turno y nunca publiqué ninguna noticia de denuncia de lo que estaba pasando porque tenía miedo, porque no me convenía, porque no quería que nadie me fuese a golpear la puerta de noche en mi piso de Pocitos.
“Las cámaras irán directamente a los rostros durante las declaraciones y luego se haría silencio solemne durante media hora.
“Después, independientemente del delito declarado, todos irán para su casa. Incluso los que confesaron haber torturado y matado y sinceramente reconocieron que sintieron un placer omnipotente cuando lo estaban haciendo; y también los que admitieron sentirse poderosos con un arma en la mano y los que confesaron haber dirigido medios de prensa que ocultaron información conscientemente.
“Todos para casa, ninguno a la cárcel.
“Los que hoy están en la política a hacer leyes y proponer medidas de gobierno, los que están jubilados y tienen nietos a cuidarlos, los que siguen de acuerdo con la lucha armada a la clandestinidad para organizarla.
“Todos para casa, ninguno preso. Que se termine, por lo menos en este momento histórico, el ciclo infernal de las víctimas y de los victimarios.
“Pero eso no va a suceder. Es simplemente el argumento de un film surrealista dirigido por Luis Buñuel. No vivimos en la ciudad de Dios.
“Somos seres humanos y no nos vamos a quitar el placer de acusar a alguien o de mentir ante las cámaras de televisión aunque sea en un lugar tan sagrado como el estadio Centenario”.
Eso no va a suceder, tiene razón Rodríguez Larreta.
El argumento de Rodríguez Larreta es para que la cosa no salga, no se dé.
Los famosos diarios que se hicieron ricos con la dictadura los debemos colocar en otra página distinta de los que fueron clausurados, secuestrados, censurados, arbitrariamente en ediciones enteras, porque la censura actuaba por la vía del secuestro de la edición, con todo el gasto hecho, desde calentar el plomo en las linotipos, a parar la edición hacer retirar x número de columnas y volver a imprimir, secuestrando lo ya impreso.
Se olvidaron de poner que El Día, el diario de don Pepe Batlle, siguió publicando en la portada la foto de don José Batlle y Ordóñez, cosa que les hacía retorcer el estómago al mandamás de turno.
Dejar los espacios en blanco de las columnas que fueron censuradas, en señal de protesta silenciosa.
Un gran recurso económico del diario El Día eran los avisos económicos, los cuales ante la irregularidad de la publicación, fueron cayendo a menos y se terminaron.
Paralelamente El Gallo Luis, se transformó como una mina de oro, sin competidores.
Hoy, la cosa es distinta sin contar que hay muchos más diarios, o sea hay competencia, sino también hay muchas publicaciones en Internet. Eso sí, el señor Presidente actual, no se da cuenta que el producido de esos avisos acá dejan solamente el impuesto, porque el producido que es un monto al que hay que deducirle las comisiones y muchas veces se auto suministran.
La mentira es muy fácil de divulgar porque casi todo el mundo está dispuesto a repetirla y sobre todo si es malsana o maliciosa, vil y tramposa.
La verdad es más áspera de circulación porque no siempre es halagüeña y hace daño a muy pocos, solamente a los mentirosos.
Otra cosa que molestó a la grey católica su forma de expresarse de Cristo y de la Iglesia.
Pero la Iglesia por norma no contesta agresiones de ese tipo y su trabajo lo va haciendo callada, solamente un Obispo salió al cruce de las gruesas palabras que no pasarían la prueba del alcoholímetro.
Pero para la Iglesia hasta ahí llegó.
Los partidos tradicionales, por ejemplo, que minaron gota a gota la democracia con el clientelismo y el uso del Estado como si fuera un feudo propio (una lección todavía hoy no aprendida del todo, tampoco por el Frente Amplio).
Hubo políticos de aquella época que fueron elegidos en la época de la dictadura y lo han sido actualmente.
Fueron los menos, está claro. Pero hay algunos nombres importantes en la lista: Juan Chiruchi, Walter Belvisi, Pablo Millor, por ejemplo.
Es cierto que la ciudadanía luego los votó o aún los vota.
Por ejemplo a Zorrilla de San Martín (El Chiquitua), el que trajo al Papa Juan Pablo II a Uruguay, por una manida maniobra muy uruguaya, le decían en el pueblo del que fue Intendente un montón de veces, cargo que heredó Juan Chiruchi así como el apodo “La Virgen María” porque hacía lo que quería con San José (para los no nacionales es un juego de palabras con el hecho bíblico, político y el nombre geográfico uruguayo).
El hecho también fue aprovechado por algún político bastardo para ensuciar a su propio partido, dudo que sobreviva mucho en esas filas.
La prensa grande, o buena parte de ella, practicó con demasiada comodidad el oficialismo más absoluto. Eso es falso de total falsedad, salvo que consideren a El Día como un diario pequeño, lugar donde se publicó una gran parte de la historia viva del Uruguay.
Cuál fue la mano negra que en los avisos clasificados intercaló una barrita de plomo en la sección ventas varias, que decía “Milicos putos, se venden baratos”, lo que sirvió para que clausuraran a El Día por un montón de ediciones.
También hubo algún otro atentado de mano negra en las ediciones.
Por supuesto que no existían muchas posibilidades de eludir los controles militares durante la dictadura. Pero siempre había un resquicio donde filtrar algún disimulado mensaje entrelíneas, una posibilidad al menos de trazar paralelismos con la información internacional, el arte o los hechos históricos.
La foto de un desafiante Pepe Batlle que, por poner un ejemplo, cada jornada publicaba El Día era un silencioso recordatorio de que la política existía, que no podía borrársela para siempre, que algún día volvería.
Era poco, pero era algo.
Otros medios, en cambio, renunciaron a cualquier mínimo enfoque que no fuera el que bajaba de casa de Gobierno.
Las coberturas que en 1976 informaban que los cadáveres que aparecían en las costas uruguayas eran “asiáticos” fallecidos debido a peleas ocurridas en barcos coreanos deberían figurar en los anales de la peor historia del cipayismo periodístico mundial.
Una vez iba para Cabo Polonio en los característicos carros de tres caballos y ruedas de automóvil, y el carrero Pereyra para variar contaba lo suyo, la historia más importante de su vida, yo pura oreja y más por el tema que veían las gaviotas en la costa en plena actividad carroñera y comentaba “eso lobo no es”, dejando entender que era humano.
Todas las autopsias las hizo el Dr. Mario Katz, en Rocha, donde le decían Mamario Kakatz (porque era tartamudo) y todas le dieron rasgos orientales.
En ese 1976 Amnistía Internacional lanzó una campaña contra la tortura en Uruguay. En El País alguien escribió: “La Unión Soviética es, obviamente, la gran beneficiaria de las actividades de Amnistía Internacional”.
Ya va siendo hora que se hable con sinceridad de estos asuntos. El silencio solo alienta la desmemoria y la confusión. Hay periodistas que, en los escasos márgenes disponibles en aquellos años, hicieron honor a la profesión y hoy nadie les reconoce el esfuerzo y el coraje. En cambio otros que no hicieron nada hoy agitan patente de valientes e históricos progresistas.
¿Alguien recuerda hoy como el semanario Jaque, que dirigía Manuel Flores Silva, con el gran Maneco Flores Mora atrás, hasta su muerte.
Todavía bajo la presidencia del Goyo Álvarez logró aclarar la muerte por torturas de Vladimir Roslik? Nadie. Los dos periodistas que lo lograron, Alejandro Bluth y Juan Miguel Petit, están desde hace años alejados de los grandes medios.
Y para el final, como el lo hubiera querido el Profesor Enrique Tarigo, al principio con Opinar y al final con El Día.
La mesa larga no es mala idea. Fernández Huidobro incluso olvidó varios nombres en la lista de invitados: el Partido Comunista, los sindicatos de la CNT, los que apostaban al “cuanto peor, mejor”: ellos también cumplieron un rol en la aceleración de Uruguay hacia el abismo.
Sin embargo, Fernández Huidobro hace trampa. Omite decir algo importante.
Los culpables fueron muchos, sí, pero sus responsabilidades no son todas iguales: los errores no son todos equiparables, la deuda con la sociedad no es idéntica en todos los casos.
En la larga mesa del perdón, hay actores más importantes que otros, figuras estelares, protagonistas cuyo nombre brilla en esa marquesina triste de un pasado que todavía hoy nos condena.
Y los líderes del MLN, Fernández Huidobro que fue uno de sus fundadores haría bien en asumirlo, tienen una de las deudas mayores. Detrás de quienes practicaron el terrorismo de Estado, la suya es una de las facturas más altas.
El MLN se debe un sinceramiento a fondo, un mea culpa, por haber iniciado en 1963 una guerra contra una democracia que era imperfecta sí, como todas, pero aún así era una de las mejores del continente y tenía abiertos todos los caminos para mejorarla por los votos y no por la sangre derramada.
Hasta el Che Guevara se los dijo y los líderes tupamaros no quisieron oírlo.
Los líderes del MLN deben asumir que erraron en todos sus análisis políticos, que sus cálculos fueron todos equivocados, que nada salió como aseguraban, y que en el camino se perdieron muchas cosas, incluyendo la vida de decenas de personas inocentes, muchas de ellas muertas o asesinadas por su propia organización.
Los jefes tupamaros, junto al infame y tenebroso Escuadrón de la Muerte, reinstauraron la pena de muerte en Uruguay, un castigo ominoso que los orientales, por convicción y por humanismo, habían eliminado.
Hay, además, un mea culpa adicional que los líderes del MLN nunca han asumido, y deberían.
Ellos, basándose en cálculos políticos equivocados, reclutaron gente para una guerra.
Arrastraron a miles de jóvenes, muchos de ellos menores de edad, a una violenta confrontación que les pintaron como inevitable y de victoria segura.
Los pusieron a fabricar bombas y los hicieron salir a robar, a secuestrar y a matar porque eso ayudaría a crear un mundo mejor. Pero los llevaron a la cárcel, a la tortura, a la muerte, y no consiguieron nada de lo que les habían prometido.
Nunca oí que ningún líder tupamaro hacerse cargo de las personas a las que comandaron hacia el desastre.
Luis Nieto, ex comandante de una columna del MLN, lo describió en Historias tupamaras:
“El MLN fue un ejército, un ejército insurgente, con gente rentada y con acciones militares.
Pero la organización en ningún momento licenció a sus soldados, ni recogió a los que sufrieron.
Ninguno de ellos le agradeció a la tropa el esfuerzo propio y el de sus familias, a sus deudos, a todos los que entregaron entera su juventud.
Es como si no hubiera pasado nada.
Los dirigentes no dan señales de sentir la responsabilidad de haber reclutado gente para llevarla a la guerra”.
Tuve una compañera en Facultad, Blanca Castagnetto, que era un bombón, del lado que se la mirara, hasta era miope y tenía esa mirada dulce que tienen los miopes.
En Facultad estaba un profesor de Penal, hoy muerto, que estaba perdidamente enamorado de Blanquita, la cual se sentada en primera fila cruzada de piernas, con su pollerita corta y su suéter rosado. El arquitecto que hizo la Facultad de Derecho tendría que haber puesto a dos Blanquitas en el lugar de las cariátides.
Bayardo Bengoa, que era el profesor de penal de referencia, tenía un mal hábito docente, le gustaban las alumnas de primera fila, porque estas se sentaban allí “para obtener así la mejor calificación del profesor”.
La trampa estaba abierta y el profesor pisó el percutor.
Un día sin pena ni gloria mandaron a Blanquita a hacer una volanteada a 8 de Octubre y Comercio, estaba el varita (Policía que con un pito y dos mangones blancos hacía las veces de los semáforos inexistentes)
Una cosa eran los volantes, en esa época, llamaban poderosamente la atención, y la policía reprimía la volanteada y el señor varita dejó el pito a un lado y detuvo a la estudiante cándida y desprevenida Blanquita.
El Fiscal que le tocó a Blanquita fue casualmente Bayardo Bengoa, fue una casualidad demasiado casual.
A los pocos días Blanquita estaba suelta, cuando su hubiera sido un hombre, se hubiera comido un par de años de prisión.
El Fiscal había dejado por escrito en el expediente una herramienta para los tupamaros contra el mismo, lo tenían del pico y en aquel entonces llegó a Ministro de Justicia.
Cuando soltaron a Blanquita una noche, estábamos con unos compañeros tomando unas grappas con limón en el Centro de Estudiantes de Notariado y entró a la cantina un tipo, buscando conversación y preguntando, donde se podían conseguir los libros de Civil I de Panchito del Campo, nosotros con la mejor cara de abombados dejamos de hablar con Blanquita y al presunto tira estudiante de derecho, le dimos puerta (como se dice en campaña). La pregunta del tira venía a ser algo así como “de que color es el caballo blanco de Artigas”
Fue la última vez que vimos a Blanquita Castagnetto, la cual al poco tiempo en un encuentro con las fuerzas públicas en el Departamento de Río Negro murió atravesada por una ráfaga de ametralladora.
No importa lo que piensan los otros, pero a Blanca Castagnetto también tendrían que haberle pedido disculpas los del MLN porque fue entregada, al menos en la primera parte.
No sacan cuentas, ni si era una buena muchacha o una vida menos.
No es raro: acá nadie se arrepiente de nada.
Ni los que desaparecieron gente, ni los que secuestraron niños, ni los que ejecutaron inocentes. Es de temer.
Si las circunstancias volvieran a repetirse, uno podría jurar que muchos volverían a hacer exactamente lo mismo.
Ya que nadie quiere pedir perdón, todos podrían comenzar por lo menos a sincerarse.
Fernández Huidobro también. “Dejar de contar la historia del país equivocadamente”, para usar sus propias palabras.
Sería un avance.
Los únicos que no volverían a hacer lo mismo son los muertos.
Apelando al humor, veremos lo que decía Fernández Huidobro en el programa Decalegrón 1999
Buena nota——pero media larga—————-Por algo firma Comouté———–y no Como Usted – o sea—————–viene del mismo palo por eso sera tan larga la nota?—————ni de actor le queda————-a nadie hizo reir en decalegron————lo de la granada estaba re gastado———–