17 diciembre 2024
CRÓNICAS

El Ruso Maluk

Hace muchos pero muchos años, tuve que ir a un campo que estaba al lado de una estación de ferrocarril.

El tema en cuestión era la compra de un campo lindero y yo como pinche ayudaba al escribano.

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Profesión que tiene muchos detalles de fondo y de forma y muchas veces el escribano por esquivar la rama se revienta contra el tronco.

Me habían contado unos vecinos que el vendedor, descendiente de los rusos de San Javier, departamento de Río Negro, de ruso le quedaba su afición por el cuá o quá o kuá, suena más a pato que a una bebida alcohólica casera típica de los rusos de esa zona y se elabora con un pedazo de panal, miel, azúcar y agua y se deja fermentar un tiempo.

Lo probé y lo encontré empalagoso, sin perjuicio de queno soy muy afecto a la miel y menos a las abejas.

Una vuelta venía caminando por una calle arbolada y una abeja no sé qué bronca había tenido ni con quién, ni dónde y sentí el zumbido y me picó adentro de la oreja.

Ella pica y deja el aguijón clavado, pero como es muy tarada no se da cuenta que no puede picar, más pero insiste y cuando el bicho pasa el campo visual y siente el zumbido, no sabe si es una abeja o cuatrocientas al mismo tiempo y anda a los manotazos a diestra y siniestra y si la logra matar es de pura casualidad, pero es un bicho tan porfiado que termina muriendo en la demanda.

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