5 diciembre 2024
CRÓNICAS

El timbero

Tuve un viejo amigo, de esos que en la vida hicieron mucha calle y boliche y como siempre fui de darle pelota a los veteranos, se había hecho muy amigote mío, por correspondencia mutua, con aquellos que no les prestan atención a los viejos, porque les resultan aburridos y negativos.

Los jóvenes no ven venir los problemas, los veteranos los problemas ya los vivieron, con mi padre discutíamos, porque para mí mis amigos eran bárbaros y para mi padre eran “amigotes” y reservaba el término amigos para unos pocos, hoy me doy cuenta que no hay que confundir conocidos con amigos.

Con este amigo trabajábamos muy cerca y el me pasaba a buscar y nos íbamos a comer a un restaurante, de menú fijo, en que el dueño nos distinguía, por cuenta de la casa, con un par de whiskys antes de almorzar.

También los miércoles de noche nos íbamos a las miercolinas de la Parva Domus Magna Quies, (Pequeña Casa gran Hogar) y teníamos una noche en solfa, con la única finalidad de divertirnos, tomar bien y comer mejor, no nos mentíamos que íbamos a hacer el bien a nadie, pues si nos hacíamos el bien a nosotros mismos desenchufándonos del mundo real.
No señor lo nuestro era clarito, íbamos a comer y tomar con un grupo de 30 o 40 amigos, que caían a esa República vecina de Bulevar Artigas.

Con el viejo aprendí mucho y sobre todo a conocer a la gente.

Él decía que cuando le tuviera bronca a alguien, por alguna porquería que me hubiera hecho, queno le pegara una trompada, ni le deseara que se le muriera la madre o hijos, sino simplemente que le deseara que le entrara el virus de la timba (ludopatía que le dicen los científicos en la materia).

El adicto a la timba es como un drogadicto, pero sin droga, vende a la mujer, la madre, los hijos, roba, se escapa del trabajo y se va a los lugares de juego, hace cualquier cosa por conseguir dinero para satisfacer su compulsión por el juego.
Lo único que le interesa en la vida es la timba.
Pide préstamos que no devuelve, llega a robar, cuando cae en la garras de los prestamistas del casino, a una tasa del 100 %, si no les paga son como la mafia de Chicago, le pueden fracturar ambas piernas.

Si él se importa tan poco, su familia le importa mucho menos y le hace faltar lo más indispensable.
En este país se preocupan mucho del colesterol, sobre todo de los habitantes de los cantegriles, asentamientos o como les guste llamarlos.

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¿Qué colesterol van a tener?

Si comen salteado como caballo de ajedrez.

Nunca vi un peón de campo con colesterol y eso que desayunan con asado de oveja, almuerzan ensopado de oveja y de noche asado de oveja.

Las ovejas de consumo en el campo son las viejas que no preñan más y al no producir corderos, terminan colgadas de una pata y con una puñalada en el pescuezo.

El peón podrá comer toda la grasa del mundo que con el trabajo físico quema todas las grasas al igual que los obreros de la construcción.

El colesterol es para nosotros que estamos todo el día sentados frente a la computadora, con el estrés que nos provoca cada llamada telefónica, en que nos pasan el problema ajeno a nosotros y nosotros lo seguimos incubando, y dándole vueltas hasta que se resuelve con nuestros oficios o solo o no se resuelve nada, pero ínterin joroba.
Recuerdo cuando era niño que mi vieja me hacía una listita para que le llevara a don Juan el quinielero del barrio y me regalaba un medio ($0.05) para que lo jugara yo.
La primera vez que saqué a la quiniela fue cuando cumplí 18 años con el 666 a la cabeza, en que mi vieja me regaló una jugada y yo por mi parte le había puesto unos mangos de callado y por mi cuenta.

Me junté con una torta de guita.

La segunda vez y última que saqué fue con el número de la habitación en que nació mi hija mayor y yo no sacaba a la quiniela, porque no jugaba para cambiar la plata, como hacen las viejas que juegan a todos los números, yo le jugaba a un número a la cabeza en redoblona con otro a los siete, que paga hasta el octavo lugar y el máximo por peso jugado (antes eran $ 700.- por peso jugado).

Jugaba poco, para sacar mucho y era la forma en que engordaba al capitalista de la quiniela, porque de a grano se engorda el pollo.

Cuando el nacimiento de mi hija jugamos con un amigo las tres cifras (el número de la habitación) a la cabeza y a los cinco y yo jugué a los cinco bajo protesta porque con eso sacaba poco.

Me dijo mi amigo y el quinielero, mire que esos pesos ayudan, salió segundo el 012 e hice mil y pico de pesos.
Razón tenían, yo tenía que pagar al médico y al Sanatorio y al sacar a los cinco me sirvió para pagar el sanatorio y al médico, no tuve que pagarle porque le había hecho gratis un trabajo y cambiamos los favores, por resolución de él..

La gurisa entre la gauchada y la quiniela me salió gratis en la etapa del sanatorio.

Ese tema es el que tiene el timbero, quiere hacer saltar la banca y se juega hasta la vida.
No se pone un límite real, cercano, sino que quiere toda la guita y todo está calculado, un rato de suerte se puede tener, pero no toda la noche, o todas las noches o toda la vida.

Se le atribuye el invento a Bles Pascal, pero parece que es un viejo juego chino, adaptado y calculado modernamente por Pascal.

Hay una ley estadística que se cumple inexorablemente y es cuando en el casino las utilidades son menores de un 33% del dinero apostado, alguien está robando.

Estoy hablando de la ruleta honesta, esa que tiene un solo cero y no es computadora, sino un plato que gira con un mecanismo de reloj, las otras las ruletas mafiosas de los casinos internacionales, que se han establecido acá, por una concesión por 30 años por construir hoteles cinco estrellas, tienen doble cero y eso cambia todas las leyes de juego y no hay estadística que valga, con una computadora que las maneja la casa gana siempre.

Hoy el timbero juega contra computadoras programadas y pretenede ganarles, eso es el récord mundial de la estulticia.
He visto muchachos mucho más inteligentes que los apostadores convencionales, que se recorren toda la vuelta de las máquinas traganíqueles del casino y ponen una moneda en cada máquina y le dan a la palanca, sin mirar que juego es, simplemente juegan con las posibilidades que la computadora estuviera por pagar al que jugó antes y se fue.

Creo que ellos tienen tantas probabilidades o más de ganar que aquel que se emperra con una máquina y le da y le da, porque ellos tienen un límite para jugar y son las máquinas que están libres y los pesos que llevan en el bolsillo.
Ellos apuestan a la suerte y los que juegan en una sola máquina apuestan contra una computadora.

Los muchachos sin ninguna ciencia, sino simplemente la mera suerte, pueden hacer una torta de dinero sin haber apostado gran cosa.

En los casinos municipales y estatales se permite anotar los números que van saliendo, en los otros casinos, al que va llevando mentalmente el número de las cartas que van saliendo, lo echan, lisa y llanamente.
Cuando muchacho me iba caminando desde Las Toscas al Casino de Atlántida, como los empleados vivían todos en el Balneario, me conocían de toda la vida y sabían bien que yo era menor de 21 años, límite de aquella época, hoy son 18 años y me dejaban entrar a jugar.

Si perdía me echaban al instante, para que no estuviera paveando y comprometiéndolos al Santo Botón.

Mi juego era muy conservador, porque tenía que administrar muy bien los $ 10.- semanales que me daban en casa, yo jugaba tres líneas, o sea 18 números por bola y si sacaban me pagaban $ 5.- y me dejaban el peso de la apuesta.
El cero podía barrer de un saque $ 3.- de los $ 10.- que era todo mi capital.

Si me iba bien unas cuantas bolas, empezaba a jugar líneas y chances, chances eran columnas o docenas que cubrían 12 números con $ 10.- de cada apuesta y me pagaban $ 20.- y me dejaban los $ 10.- que había apostado.
Me fijaba un límite, cuando llegaba a $ 80 cambiaba las fichas y me iba porque la zafra de la semana ya estaba hecha.
Una noche hice la mía, cambié y me iba, cuando me picó la suerte y de pasada aposté $ 10.- a un pleno al 13, (en esa época se podían jugar billetes) y salió el 13 y se me hicieron $ 350.-, agarré todas las fichas y me fui a cambiarlas por pesos.
Con la plata dulce en el bolsillo salía y de pasada en otra mesa volvía a dejar un billete de $ 10.- en el 13 y cantaron “negro el 13”.

Rápidamente me junté con otros $ 350 en fichas y los fui a cambiar y me fui, ganador sin darle la oportunidad a que el casino me desplumara.

Llegué a mi casa de madrugada y desperté a mi vieja y como me tenía que venir a Montevideo, le di los billetes de $ 100.- de a uno a mi vieja, la que me miraba con los ojos como el dos de oros y me vine a Montevideo con $ 100.-
Rendía el dinero en aquella época me compré un pantalón marca Artesano, un par de remeras Edde, una campera de nylon y un par de mocasines y me sobró plata para otros menesteres.

Siendo mayor cobré una plata bastante importante de un trabajo que había hecho y con el que me había contratado fuimos a cenar y nos tomamos unos whiskys previamente.

En aquel entonces tenía un Ford A doble faetón de 1931, que ya tenía una tropa de años y fuimos para cerrar la noche al Parque Hotel.

Mi amigo se sentó en Punto y Banca y yo me fui a la ruleta, tenía buena plata en el bolsillo y me fue bien un montón de veces, tan es así que en el bolsillo del pantalón abultaban las plaquetas.

Al poco rato las muchachas que ejercen el oficio más antiguo de la humanidad y levantan sus puntos en la ruleta, me empezaron a rodear como si fuera un pintún, claro que yo sabía perfectamente que lo hacían, porque me había convertido en un pez gordo para ellas.

Cuando llegó a la mesa de punto y banca mi amigo estaba aplastado contra el borde de la mesa como si lo hubieran aporreado, y sin ningún mangó y con flor de caripela.

Me sentía el rey de la noche y le dije “quédate tranquilo, que yo te salvo” y empecé a tirarle plaquetas y la alegría duró poco, muy poco, en muy poquitito tiempo, yo había quedado como talón de angelito, limpito limpito.

Salimos del Parque Hotel, yo con $ 100.- en mi bolsillo que se los di al cuida coches como propina y lo llevé a su casa y me fui para la mía.

Fue muy duro a la mañana siguiente pedirle a mi vieja plata para los cigarrillos y me dio mucha bronca cuando me enteré que mi amigo había perdido un par de cientos de pesos y yo una fortuna para salvarlo, se los hubiera dado yo y ganaba plata como loco.

Aprendí, porque no soy un timbero, si se me da, agarro y si no me voy.

Nunca más pisé el casino con la correa suelta o con algún copetín entre pecho y espalda y menos a salvar náufragos en tierra seca.

Voy en los balnearios a los casinos nacionales, no juego más a la ruleta porque los plenos cuestan una fortuna y las chances otro disparate mayúsculo.

En las maquinitas traganíqueles que simulan ser ruletas, pero sólo de 18 números y el cero, hago el juego del 5 o sea juego al 5 y a dos vecinos para cada lado en el plato y llevo para perderlos sin asco, $ 200.- o $ 300.- contando que la ficha es de $ 2.-
Si gano $ 500 o $ 1.000 cambio y me voy a cenar a la salud de la maquinita, cuando me pelo, me borro, sin pena ni gloria, conmigo no ha pasado nada, volveré cuando se me cante pero no antes de un par de semanas después a lo sumo.
No entro a los casinos del nivel del Conrad, donde te regalan dólares con la condición que juegues si pones otro tanto y ahí ya eres boleta y la ruleta además de ser una computadora programada para ganar, por las dudas tiene de yapa doble cero.
He visto en el centro de estudiantes a los muchachos del Interior que recibían la mesada y se la timbeaban entre ellos, al gofo, al purrete, a la conga y al monte y quedaban sin un mango hasta el mes siguiente.

He visto a alguno de ellos desmayarse de hambre y sobrevivir porque doña Antonia, la gallega hermana del sereno, cuidador, limpiador y bolichero y todo lo demás del Centro de Estudiantes, darles diariamente un par de platos de comida.
Dura, muy dura la situación y muy formativo para uno, el hecho de haberlos visto en esa, para la saber hasta dónde llega la piola de uno mismo.

En este país que se preocupan tanto del colesterol infantil, no hay un minuto en todo el día en que no se pueda timbear a algo, claro que si el padre o la madre se la patinan en el juego, mal podrán alimentar bien a sus hijos y más bien estarán condenados a comer chatarra, si les da para eso.

Cuando era niño la quiniela era los martes y los viernes.
Hoy hay dos por día, la diurna y la vespertina o llámese como la llamen.

Antes los casinos estaban en las zonas turísticas, ahora hay casino hasta en pueblos obreros como Pando o las Piedras, por nombrar un par nomás.

La idea de los primeros casinos estaban en balnearios y fronteras, para que jugaran los turistas porque en Argentina y Brasil estaban prohibidas las ruletas.

Un hotelero de Colonia llegó a comprar un guardacostas, en desuso de la armada para traer a los porteños a desplumarlos en Colonia, claro que estoy hablando de antes de López Mena y de que en el puerto de Buenos Aires existiera un barco viejo transformado en un gran casino de lujo.

Ahora compiten la Lotería Nacional, con el 5 de Oro, con el Kini, con las máquinas tragaperras en los bares y en los almacenes, en la playa donde con la petit computadora ambulante, levantan la jugada de quiniela y similares.

¿Por qué se fomenta tanto el juego?

Por una razón elemental de los tributos que gravan los premios.

Ayer vi por Tv en un programa de esos que reciben llamadas a $ X por minuto y como premio dan un máximo de $ 120.000, en una ruleta de una tropa de premios menores, que en vez de número tiene el monto de los premios, es una vulgar timba solapada, y comentaba el conductor que en el programa anterior un laburante, con siete hijos, había recibido el premio mayor y ante la pregunta del animador, el beneficiario le dijo que le quedaban $ 200.- en el bolsillo y se los timbeó parte a la quiniela y el resto a ese juego de la Tv porque con $ 200.- no les podía dar de comer a su prole y al haber sacado los $ 120.000.- tenía para ir tirando.

Había otro por Tv que se jugaba por teléfono al número del documento de identidad y a la fecha de nacimiento, era una cosa que una persona con dos dedos de frente no podía jugar, porque estaba jugando contra todos los que no habían jugado, inclusive los muertos, en la fecha de nacimiento podría compartirlo con un montón que hubieran jugado, sin perjuicio que tenía 365 multiplicado por 80 posibilidades, o más.

La gente juega por vicio o por patología mental, pero también lo hace para si tiene un bastante suerte llegar a fin de mes, claro que si tuviera suerte en la vida no tendría que caer en eso para sobrevivir.

He visto en café muy importante a los mozos que cuanto levantaban unos pesos de propina ir rápido hasta el kiosco del diariero de la esquina, a hacer la jugada de quiniela, pero no una sola vez, sino cuando juntaban otros pesos iban de vuelta y armaban otra jugada, con tanto viaje lo que les faltaba, era jugar letras, porque números les quedarían muy pocos para jugar.
Pero a las quinielas hay que agregarle las tómbolas, otro verdadero afane, con el perdón de las quinielas.

Pero también se puede jugar a las carreras de Maroñas, en locales como el viejo edificio del diario El Día o en el Shopping de la ciudad de la Costa, claro que entre carrera y carrera no se miran los floreos de los caballos, sino las siempre tentadoras y bien a la vista maquinitas traganíqueles.

El juego no se limita, como se limita la manteca, la sal y la mayonesa en los restaurantes.

Parece que el colesterol y los triglicéridos o la presión son más peligrosos que la ludopatía.

Si de la enfermedad del juego puedo hablar y escribir es porque no tengo tal adicción, claro que además nunca jugué por dinero al casín, a la carambola, o alguien sospecha que en los cafés de barrio, donde hay mesas de billar al fondo la gente que rodea la mesa, lo hace por curiosidad, no señor, están timbeando a tanto la diferencia de puntos entre los jugadores y el que lleva la coima es el bolichero.

Ud. piensa que las bochas o el frotón ya sea con paleta o a mano, son tan entretenidos como para que haya un montón de personas mirando, no estimado amigo, no son fanáticos , están timbeando de afuera, si gana Fulano o Zutano.
Pencas cuadreras he estado, pero no he apostado, porque como son clandestinas, para mí la cosa es más complicada por no conocer las reglas de juego, pero los conocedores se prenden lindo.

En los raids hípicos también leponen mangos a las patas de los matungos.

Ud. piensa que por Las Piedras hay tantos galgos para agarrar liebres, no señor se hacen carreras de perros, con un muñeco que hace las veces de liebre y con una bicicleta invertida con un cable, hacen correr al macaco de trapo que simula ser liebre y los galgos salen como trompada atrás del pelego ese y la llegada es entre unos cajones para poder saber cual fue el ganador y de paso agarrar a los perros porque vienen un poco acelerados y se pelean entre ellos.

Por qué en los barrios marginales hay tantos pitbulls, no los hay porque estén de moda, sino porque existen las riñas de perros y esas gallinas flacas, medio negras que Ud. ve no son ponedoras, son las hembras de los gallos de riña, están enjaulados para que no se maten antes de la pelea.

Amigo no hay un minuto en que no se juegue a algo por algo, sea día hábil o feriado, de día o de noche, en la legalidad o en la clandestinidad y el gobierno argentino, si como el dicho, no hace nada por combatir uno de los peores flagelos de la sociedad, haciendo más pobres a los pobres por necesidad y engordando los bolsillos de los capitalistas del juego.
En Uruguay existían los quinieleros legales y los clandestinos, y como no podían con los clandestinos, terminaron por legalizarlos a todos.

Cada cual tiene su agencia, haya sido legal o clandestino, todos son iguales y a esta altura de la vida, no el titular sino sus antepasados o antecesores en esa agencia son todos legítimos.
Las agencias no se pueden enajenar pero cumpliendo ciertos requisitos pueden llegar a terceros y por eso la clandestinidad de los antepasados no llega a los presentes.

Con el tiempo los agencieros hicieron unos locales de cobros muy prósperos y muy útiles para los habitantes del país, claro que los puntos que le dan por hacer los pagos ahí, no sirven para nada, lo que sirve es poder pagar en cada esquina y además algunos locales tienen máquinas de la red de bancos y entonces uno va con las cuentas, saca el dinero, mejor dicho un tique que expende la máquina que representa dinero y paga en el mostrador y se evita que lo rapiñen cuando va a pagar sus cuentas con dinero en efectivo.

No todo son males, alguna cosa positiva hay en todo ello, pero no se olvide que el que inventó la timba fue un vivo para sacarle la plata a los haraganes que pretenden ganar dinero sin arquear el lomo.

No olvide la única forma de hacer dinero es trabajando de sol a sol, no macanas me lo explicó un japonés, hay que trabajar de lucero a lucero, que se ganan como cuatro horas más por día.

A mí me gusta el 13 con el 27 a la cabeza y en siete… y que todo sea para bien.

2 comentarios en «El timbero»

  • Es terrible vicio la timba, si vos jugas una vez cada tanto es mentira que no sos timebero porque siempre queres revancha y pór eso existe la timba que te da la remota posibilidad de ganar dinero dulce.
    La mayoria de las historias de los que ganaron dinero de la timba es que lo perdieron rapido y quedaron en la lona.

  • Disfrute mucho leer tu historia!
    Pase la noche haciendo números posibles para las tómbolas, tratando de ubicar patrones, similitudes, etc.
    Ya se me fueron las ganas de jugar jaja.
    Saludo!!

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