15 diciembre 2024
CRÓNICAS

Guapos a contrapelo

Existen galanes que no valen ni un café con leche, pero ellos se consideran ganadores y son perdedores hasta en la payana o al ta te ti.

Soy de un barrio de los que calificaban de “rompe y raja”, pero las mujeres del barrio eran sagradas. Mi Viejo la sufrió `porque era de la Aguada y para venir a dragonear a mi Vieja tuvo que pasar el filtro de sus seis hermanos y los “chochamus del rioba”, que cuidaban a las gurisas del barrio.

Otra, los chorros n o afanaban en el barrio porque esa era una ley sagrada.
Me crié en otra época, cuando mis viejos y el resto de la familia nos íbamos de vacaciones toda la familia a la casita del balneario, avisaba mi viejo en la comisaría y la policía daba una recorrida todos los días y tanteaban la puerta y veían si había habido algún cambio sospechoso.
La puerta de calle se abría de mañana temprano y lo que nos separaba de la calle era la cancel, a la que se le pasaba el pasador, dependiendo la hora que fuera.

El guardiacivil de la esquina era como si fuera un vecino más, aunque no vivía en el barrio conocía todos los movimientos, y cuidaba todo como si fuera de él.

Inclusive a nosotros los chiquilines no nos dejaba jugar a la pelota, no sé si para evitar que rompiéramos un vidrio, o para que no molestáramos a los vecinos o para evitar que tuviéramos un accidente corriendo la pelota y nos llevara por delante un automóvil o el carro del verdulero, aquel que hacía el recorrido y el caballo paraba en la puerta de la casa de los clientes.
Actualmente voy al supermercado o a cualquier comercio a comprar algo y si las cajeras o empleadas se han agujereado la nariz para ponerse un piercing, se tapan el agujerito con un discreto trozo de curita o algo similar.
Ese hábito que tienen de mutilarse el cuerpo no lo comparto para nada, me hace acordar a los aborígenes africanos, pero es su nariz u origen y no es mi problema, si es de buen o mal gusto, claro que le empresa se encarga de evitar que el cliente, que es el que banca el presupuesto y por lo tanto del sueldo de las empleadas, tenga una sensación desagradable.
Tengo un ex socio y querido amigo que vive a media cuadra, hacia el este, de la confitería que los malos policías hicieron noticia en estas últimas horas.

Voy una vez por cada un par de meses a lo de mi amigo, a eso de las 10 u 11 de la noche, nos reunimos para recordar viejos tiempos, hasta altas horas de la noche, e invariablemente en la escalinata de la entrada del excelente edificio que cuenta con portero las 24 horas del día, a la entrada o a la salida hay cuatro o cinco veinteañeros, guaseando y estando a los hechos, se les arriman de a ratos vehículos con la ventanilla abierta y ellos les entregan un sobrecito y reciben una remuneración acorde a la operación, sino no sería un negocio.
Es un negocio de pasta que deja buena pasta, pero no son ravioles, y no puedo decir que sea pasta base, porque no la conozco, pero a esa hora no deben de estar vendiendo azúcar impalpable.
Están siempre, nunca vi un procedimiento policial que los arreara, lo cual no quiere decir que no los hayan llevado alguna vez, pero he sido testigo presencial de operaciones de venta, pero no de procedimientos policiales.

En el procedimiento contra la joven vendedora de la confitería de Pagola y Alejandro Chucarro, que estando a los dichos publicados la chica iba a cruzar la calle y estuvo a punto de ser atropellada por un patrullero conducido por dos policías.
Según dijo un trabajador de la confitería a El País, la mujer cruzaba por Pagola hacia la confitería, al tiempo que dos policías del servicio 911 circulaban lento en un patrullero, mirando a otra mujer.
Los efectivos no se percataron de que la joven estaba por cruzar. La mujer estaba a punto de hacerlo pero al darse cuenta de que no era vista por los policías, decidió no hacerlo. En ese momento, según relató el trabajador, los efectivos le gritaron “dale panadera, ocupate de los tuyo y andá a vender bizcochos”. La trabajadora les respondió: “Eso les pasa por mirar mujeres en la calle, mirá si me atropellás”, a lo que uno de los policías le dijo que la llevaría detenida por “desacato”. La empleada ingresó a la panadería, los efectivos la siguieron y la invitaron a salir del lugar de trabajo.

.En ese momento comenzó la situación que quedó registrada en dos videos de transeúntes. La mujer les preguntaba por qué estaba detenida, al tiempo que vecinos del lugar se quejaban del “trato de la policía”. Uno de los efectivos le dice “hacelo más fácil, quedate acá”, al tiempo que la joven les manifiesta que “necesita trabajar”.

El otro efectivo habla por intercomunicador y afirma que “están insultando a la Policía y filmando”. La joven que registró la situación les responde si la van a “llevar presa por filmar”.
Un efectivo se se aproxima a la trabajadora y esta le responde “vos te me acercás y te rompo la cara”. El policía del intercomunicador mira a la mujer que filmaba y le dice “¿Estás grabando eso también?”, a lo que la joven le responde “Sí, estoy mirando cómo acosás a una mujer después de que casi la atropellás por mirar mujeres”.
Luego se produce un forcejeo entre los policías y la empleada de la confitería, al tiempo que aparecen más efectivos. Varios vecinos gritan y uno de ellos le dicen que tiene que “llevar a una femenina para tocarla”. Se reiteran gritos de “no tienen vergüenza” y las personas preguntan “por qué la van a llevar presa”.

Según el trabajador que conversó con El País, cuando llegaron más efectivos al lugar “le quisieron pegar a un peluquero de acá a la vuelta, otro policía sacó un palo y le quiso pegar al de la ferretería. Está todo el barrio re caliente”.
Estando a los dichos de la joven, el que manejaba, venía mirando a otra dama y se olvidó que el vehículo era más ancho y casi la atropella.
Bajaron para detenerla por desacato, siendo ellos parte de los hechos y sin jurisdicción para tipificar un delito imaginario “cometido por la muchacha” y no tipificar el propio como acoso polícíaco, tanto por el autor como el cómplice que llamó por radio pidiendo refuerzos para detener una joven de 19 años y un metro y medio de altura, y cincuenta y pocos kilos de peso.
Por una figura delictiva que la joven no cometíó en ningún momento, simplemente se defendía de la injusticia de ser víctima de un garrón autoritario.

A propósito de los piercings a que hacía referencia en los comercios de que las empleadas por respeto a los clientes se los cubren, acá el teórico representante de la ley, luce unos tatuajes, en el brazo que son inconcebibles para un funcionario policial.

Que dejamos para los NI NI si la policía anda luciendo tales adornos amazónicos.
A mí en la vida no me fue mal, me tiraron para adentro de un boliche con la mano en mi bolsillo y me afanaron, y el único que salió conmigo a correr al chorro fue otro veterano, que a los veinte metros paramos porque nos íbamos a quedar secos por un infarto, policía ninguno.

En mi domicilio me hicieron saltar la puerta, la cual al día siguiente la blindé.
Estoy totalmente enrejado, con muros por los cuatro costados, con un sistema de alarmas, y no manejo dinero, cuando voy a pagar las cuentas con la tarjeta pago en el cambio y pago a la empresa de las alarmas con respuesta.

No utilizo Abitab porque parece que me hicieran un favor cuando me atienden y yo les estoy dando de ganar un porcentaje de lo que pago a los propietarios y los patrones le pagan el sueldo a esas muchachitas que no saben valorar lo que es un sueldo, pago en un cambio serio donde me respetan como cliente.

Me pareció el episodio de Pocitos un tanto exagerado, porque seis patrulleros llegaron en minutos a respaldar a otro coche policial que realizaba un procedimiento en la esquina de Pagola y Chucarro, recién iniciada la tarde.
El despliegue se hizo para asegurar la detención de una joven de 19 años, que mide 1.53 metros de altura, pesa 57 kilos y es hija de un policía activo de la ciudad de Rivera.
No estaba armada ni siquiera con una de las pinzas con las cuales toma los bizcochos o masitas que le piden los clientes del comercio en donde trabaja hace 5 meses, la Confitería Saratoga.
La intervención se dio a partir de las 14:00 horas del pasado martes cuando el conductor de una unidad policial se ofuscó con la muchacha, que quería cruzar la calle para retornar a la confitería después de realizar un mandado.

El agente aparentaba tener no más de 30 años, lucía los brazos cubiertos con tatuajes, no se sacó en ningún instante los lentes oscuros y, según la detenida, era corpulento, para sus 1.53 uno mediano es alto aunque por las fotos parece que tiene berretines de fisiculturista, además de los tatuajes.
“Yo venía cruzando la calle y el policía venía pasando lentamente con el patrullero, mirando a una chica que estaba parada. Me di cuenta porque yo estaba detrás de ella (en la esquina), y le grité: ¡dejate de mirar mujeres y dejame pasar que quiero ir a trabajar!
El policía me escuchó, frenó y cuando fue a retroceder yo ya estaba detrás del auto y entonces puse la mano para que no me llegara a pegar.
Crucé la calle y el tipo me gritaba de adentro del auto: ¡andá a vender bizcochos!”, cuenta Sofía Palacios, quien siguió caminando y entró a la confitería, rotisería y panadería.
Minutos después el policía retornó al lugar, bajó del patrullero, entró al comercio, preguntó por el dueño y al ver a Sofía, que estaba limpiando una heladera, comenzó a gritarle, la calificó de atrevida, le pidió datos personales y la amenazó con llevarla presa.
La joven se negó en principio, pero no quería ser promotora de un escándalo mayor.
Entonces quiso salir a la vereda y fue cuando el policía no la dejó avanzar y volvió a exigirle datos personales y hasta se enfrascó en una discusión con una clienta de la panadería.
El colega acompañante de este agente acordó enseguida con Sofía que le diera a él sus datos y la dejarían quieta.

Pero a pesar de eso el policía de los lentes negros volvió a interponerse y sacó de quicio a la empleada, quien a secas le dijo que le iba a romper la cara.
“Jamás tuve ningún problema, ni acá ni afuera, es la primera vez que me ocurre algo así, una humillación, una vergüenza”, dice Sofía.
Esposada y sin chistar.
Antes de que llegara la policía femenina para hacer el cacheo, y sin que la joven moviera un dedo, el policía la esposó, como si fuera una peligrosa homicida y de paso la intimidó diciéndole que cuando llegara una mujer iba a saber de verdad lo que era una policía, que actuaría peor que él.
Al rato, otros agentes, en otro coche, condujeron a Sofía a la Seccional 10 de Pocitos, en donde fue revisada y trasladada al Prado para que la examinara un médico, puesto que la joven tenía dolores en la espalda y cervicales, y moretones en el brazo izquierdo.
“Me quiso sacar el celular y cuando fui a guardarlo me corrí hacia atrás y él me torció el brazo y me puso en un rinconcito contra la farmacia de al lado y no me dejaba mover, quedé arrodillada”, relató Sofía.
De vuelta en la Seccional 10, se hizo un acta, Sofía quiso hacer la denuncia y conocer el nombre del policía que la esposó, pero obtuvo solo negativas.
Enseguida quedó en libertad, pasó primero por la panadería y en la noche se hizo examinar en el Clínicas para documentar lesiones. Luego fue a la Comisaría de la Mujer y tampoco recibieron su denuncia.

“No es la Policía que queremos”.
Ante la denuncia del propietario de la confitería sobre el procedimiento policial que conmocionó a vecinos y comerciantes de la esquina, el Ministerio y la Policía Nacional emitieron un comunicado en donde expresan que “no se comparte la conducta policial de involucrados tal cual y como se observa en el video difundido”.
Se agrega que “esta no es la Policía que queremos” y se invita a los ciudadanos “a denunciar de manera responsable por las vías correspondientes este tipo de hechos”.
Por suerte la gente aprendió a no jugar al clásico “no te metás” y otra joven, filmó y grabó lo más importante de la prepotencia y arbitrariedad policial, claro que al empleado de la ferretería la arrimaron la cachiporra y a otra persona también.
Amenazaron a la dama que los filmól.
No deseo que nadie pierda el trabajo, en especial a esta joven de 19 años que está trabajando decentemente, pero para estos prepotentes con uniforme, lo mínimo que se merecen es darles la baja y si son tan guapos como quisieron ser con la chiquilina, que vayan a trabajar al estadio a controlar la barra brava del cuadro que sea.

Perdónenme queridos lectores, por traer un episodio de esta naturaleza a Comousté, pero yo también tengo hijas y nietas, que no se le vida que tipo de trabajo les dará, pero tanto vale el trabajo atrás de un mostrador como ser presidente de las Cámaras del Palacio Legislativo.
No soy de Pocitos, pero como bien tituló la prensa, “me calenté”.

Que todo sea para bien…

3 comentarios en «Guapos a contrapelo»

  • No pierdan mas tiempo esos dos eran unos tontos vestidos de policia que en horas de laburo quisieron c argarse una pina.
    Dieron con la persona equivocada.
    Esos dos no representan a la policia.

  • Que tarados bo los tipos vieron que los estaban filmando y siguieron haciendo cagada, son renabos es hacerse pegar al pedo.

  • que boludos se hicieron los vivos y ahora le van a tirar de las orejas , nadie los salva con ese video porque se hizo viral en internet que explicacion pueden dar los polis?? no daba para llevarsela esposada yo no se que paso en verdad pero me parece que con un apersivimiento verbal ya estaba.

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