La bragueta
De acuerdo al diccionario bragueta es “abertura de los calzones o pantalones por delante”.
Claro está que la cosa no fue siempre así, ni los hombres siempre usaron pantalones y hoy en día tampoco tienen la exclusividad.
Los griegos se cubrían con unas túnicas parecidas a la sotana, que tapa cualquier eventualidad, pero no tan ajustadas al cuerpo y sin botones, no eran negras ni marrones, sino blancas, se sujetaban sobre los hombros con unos broches de oro, claro que lo del oro sería para los que tenían un pasar acomodado y no tenían por cierto el cuello dado vuelta, como el de los clérigos, que hoy tampoco lo usan.
Los griegos no tenían bragueta, porque cuando el cuerpo lo disponía con una agachadita se podía cumplir con el mandato de la madre naturaleza.
Los celtas, aún hoy en día, usan pollera y sin calzoncillo, con el clima frío debe de ser todo un tema, claro que para cumplir con las funciones fisiológicas no tienen que andar buscando la herramienta.
Los uniformes castrenses antiguos, en lo que a pantalones se refiere, venían a ser como los primeros que empezaron a usar las mujeres, dos trozos de tela que se abotonaban a la altura del ombligo y una tapa que venía de las zonas bajas y se abotonaban en la cintura.
En una palabra como son los pantalones de marinero actuales, pero la parte de abajo no tan ancha, porque el tema de las mujeres no era el sacarse los pantalones de apuro, en un naufragio.
Viniendo a nuestros pagos la prenda típica y que hace a la vestimenta del gaucho es el chiripá y el mismo carece de bragueta, pero cuando la cosa apremiaba el gaucho lo hacía a un lado y cumplía con la orden del cuerpo, que era el que mandaba, sin demora, en esa circunstancia.
De ahí el dicho. “ Metenés ladiao como chiripá p’a miar”.
Los tiempos avanzan y hete aquí que los pantalones se imponen, claro está, en los mayores y menores creciditos, la bragueta lucía botones y los pantalones infantiles broches de presión.
Por no manipular bien con estos broches malditos, algunos hemos pasado públicamente un papelón, que todavía se recuerda a pesar de mi poco discernimiento en aquel entonces, porque al tironear de ellos nunca se sabía si iba a aguantar las puntadas que sujetaban al macho de la tapa o la hembra que iba sobre el resto del pantalón.
Los que no los conocieron no precisan mucha imaginación para darse cuenta que el macho es el que tenía una perebita para afuera que se introducía en un agujerito del otro elemento hacia el lado de adentro.
Un amigo en la época de los botones de la bragueta y que también se usaban los chalecos los cuales lucían una sarta de botones y ojales.
El Mincho, así le llamábamos los amigotes, a pesar de que era mayor y de origen rural, que recuerdo que un amigo en las reuniones de copas y truco, decía que faltaba el Mincho, porque para animar la reunión se necesitaba una carcajada galponera.
El Mincho, en la ciudad capital del interior, que lo vio nacer, de gente muy estirada, de esa que se mide y se trata de acuerdo a los miles de hectáreas de las que se es propietario o de las que explota, estaba haciendo visita de novio.
Por supuesto en aquella época en que se prohibía bailar de short en verano, por cualquier parecido real o virtual o imaginario de dicha prenda con un calzoncillo o que el hombre se alborotara.
Mire Ud. si la nena va a bailar con un hombre en calzoncillos, sin decir el otro riesgo que también se pensaba y venía incluido.
Otra cosa que todavía me extraña, porque si uno compra una par de medias le dan dos medias, pero si compra un par de calzoncillos le dan uno a secas, calculo que los contaban por piernas.
El novio después de muchos conciliábulos empezaba haciendo esquina y la novia balcón.
Pasado un tiempo prudencial se podía arrimar desde la esquina al balcón, todo ello con el consentimiento paterno y siempre andaba en la vuelta una tía de esas solteronas fanáticas, que nunca faltaban, con una tropa de navidades y ni una noche buena.
Cumplidos todos los requisitos y mediando una información completa de vida y costumbres del galán y ascendientes hasta segundo grado por consanguinidad, el galán podía acceder al sofá clásico, aunque hubo épocas en que los había con un asiento para cada lado, visto de arriba era como una “S”, los he visto en algún museo.
Como seguro era más seguro, pero aburrido como bailar con la hermana, porque imagínese lo que es estar mirando una para cada lado, sin posibilidades de nada.
Claro que en aquella época se tejía abierto y la tía cuidadora le daba a la aguja y a la lana, más que Penélope la mujer de Ulises u Odiseo, como quieran llamarlo, mientras lo esperaba aunque como era medio sorda no se si fue tejiendo o algo que sonaba parecido.
Claro que todas esas precauciones a veces eran vanas y alguna quedaba preñada, para vergüenza de la familia y mácula que no se borraba ni con la muerte.
Pero el Mincho jugueteaba con los botones y los ojales y dale que va y viene, abotonarse y desabotonarse los botones y cuanto más nervio más seguía con el dale que dale a los botones y a los ojales.
En una de esas apareció el padre de la nena y como corresponde el Mincho intentó pararse para darle la mano al buen hombre y hete aquí que quedó doblado y no se podía enderezar.
Embarazosa la situación, porque se había abotonado el chaleco con la bragueta, difícil que se pudiera enderezar y si entraba a explicar en vez de aclarar la cosa se iba a oscurecer más y terminaría peor.
Creo que se tuvo que retirar de la casa, de la que a partir de ese momento, pasó a ser su ex novia y en el curriculum vitae del Mincho quedó esta batalla como perdida, mal perdida, pero perdida al fin.
Años hace que no lo veo, pero que tipo más bagual.
La evolución de la bragueta con la incorporación del cierre metálico, que ahora es de plástico fue un avance en la técnica del sillón y rápidamente se sube y aquí no estaba pasando nada.
Claro que mi finado amigo, Juan Carlos, no podría decir lo mismo porque con la premura de las circunstancias por subir una cosa, rápido como mano de novia, no tuvo tiempo de acomodar la otra y se agarró el cuerito del otro elemento de la humana naturaleza y no le quedó más remedio que tirar y que fuera lo que dios quiera.
No le dicen el mocho pero la cosa por ahí anduvo, el daño no dio ni para que lo confundieran con judío.
Paremos aquí… porque todo esto es de antes y los galanes actuales se van a vivir con su compañera y lo más parecido a lo de antes es cuando se califican entre sí como amigovios.
Claro que a la gente de hoy en su forma de vida y de proceder es mucha más honesta que la de antes, porque hoy al pan lo llaman pan y al vino, vino.
La que apechuga con explicarle el tema cuando así lo requieren las circunstancias es la joven o no tan joven, y carga con los fracasos, que no los considera fracasos sino experiencias de vida.
Los amigovios ni siquiera son cenadores (de cenar no de senado), porque en las casas la familia no cena toda junta, sino que mastican algo comprado hecho, frente al televisor, otro miembro de la familia, inanimado que paradójicamente anima el ambiente y es más apreciado que el perro, inclusive.
Hasta el año que viene…
No darle mucho al espumante, ni al tintillo y que todo sea para bien…