La manzana de la discordia
Para facilitar un poco las cosas al lado de cada nombre de dios griego o helénico, entre paréntesis pondremos el equivalente al dios romano.
Por ejemplo Zeus (Júpiter), dios del universo, esto que hoy lo hago bastante fácil, me costó sangre, sudor y lágrimas cuando liceal, en que estudiábamos en los libros heredados de nuestros hermanos con mucha suerte o con menos suerte, de nuestros padres, porque la cosa no estaba para gastar por gusto, si yo me las tendría que arreglar con lo que había y de paso me cargaban la mochila con más trabajo, claro que ese era mi deber de hijo, costumbre que les agradezco que me hayan inculcado.
El mito comienza con las bodas de Tetis y Peleo
Así las describiría el autor romano Ovidio, el cual lo tratamos pocos números atrás, en sus Metamorfosis:
En efecto, el anciano Proteo había dicho a Tetis: “diosa del mar, concibe; serás madre de un joven que en sus años de fortaleza superará las hazañas de su padre y será llamado más importante que él”.
Así pues, para que el mundo no tuviese nada superior a Júpiter (Zeus), dios del Universo, aunque en su pecho había sentido unas palpitaciones fuertes, Júpiter evitó su unión con la nereida Tetis, hija de Nereo, el Viejo del Mar, y su madre fue Dóride, conocida como la madre de Aquiles.
Ordenó a su nieto el Eácida que los sustituyera en sus deseos y que se uniera a la doncella marina.
Allí se adueña de ella Peleo (padre de Aquileo o Aquiles), cuando yacía vencida por el sueño y, puesto que ella, lo rechaza, intenta la violencia sujetando su cuello con ambos brazos; y, si no hubiese recurrido a sus artes de cambiar su figura, él habría salido victorioso en su propósito.
Pero ella se transforma en ave, otras en un pesado árbol: Peleo, de ahí el nombre de Aquiles, el pélida o peleida Aquileo, la tercera forma que optó fue de una tigresa: aterrorizado el Eácida(Peleo) soltó aquellos brazos del cuerpo.
Éste adora a los dioses del mar con vino vertido sobre las aguas, (el Ponto Vinoso de Homero) con entrañas de ganado y con humo de incienso, hasta que el vate de los Cárpatos le dijo desde la mitad del abismo: “Eácida (Peleo, hijo de Eácos), conseguirás la boda deseada; tú al punto, cuando descanse dormida en la helada cueva, sujétala sin que se dé cuenta con lazos y con una fuerte cadena”.
Apetencia de los dioses mitológicos
“Que no te engañe adoptando cien figuras, antes bien oprime tú cualquier cosa que sea hasta que vuelva a adquirir la forma que fue antes”.
Estas cosas había dicho Proteo y escondió su rostro en el agua y lanzó sus olas sobre las últimas palabras.
Titán estaba próximo al ocaso y ocupaba el mar Hesperio con el carro que había descendido, cuando la hermosa nereida, Tetis, abandonando el mar, penetra en su acostumbrado lugar de descanso.
Apenas se había adueñado Peleo de los miembros virginales, ella adopta nuevas formas, hasta que se da cuenta de que sus miembros están sujetos y sus brazos extendidos en diferentes direcciones; entonces por fin lanzó un gemido y dice: “Vences no sin la voluntad de los dioses”, y se mostró como Tetis.
El héroe abraza a la que se declara vencida, y se adueña de sus deseos y la llena del gran Aquiles.
Un día Zeus (Júpiter), el dios de dioses, el dios del Universo, celebró en el Olimpo un gran banquete al cual fueron invitados todos los dioses.
Todos excepto Eris o Eride, la diosa de la Discordia, a quien se guardaba mucho de invitar a aquel tipo de celebraciones.
Pero a Eris le llegó a los oídos la celebración y fue de todos modos. Irrumpió en mitad del banquete y lanzó sobre la mesa para unos o una alfombra de terciopelo, para otros, una manzana de oro con una inscripción.
“A la más bella”
Evidentemente, Afrodita, la diosa de la belleza, se levantó para recoger lo que le pertenecía.
Sin embargo, otras dos diosas la detuvieron, afirmando que la manzana les correspondía por derecho: Hera (Juno), la mujer de Zeus, y Atenea (Minerva) diosa de la sabiduría, una orgullosa guerrera hija de Zeus.
Esa manzana se convirtió en la manzana de la discordia, y las tres bellezas pidieron al dios de dioses que él mismo dictaminara quién era realmente la más bella.
No obstante, Zeus sabía demasiado bien que ninguna de las tres tenía un carácter fácil y en ese rubro ni el dios de los dioses era ajeno a los problemas femeninos en tal materia.
Los ilimitados celos de Hera también lo inhibían
El carácter arisco de Atenea era famoso y, en cuanto a Afrodita, ésta tenía el terrible poder de privar del amor a cualquiera que la contrariara.
Prudentemente, decretó que las tres diosas deberían bajar del Olimpo a un lugar muy cerca de la ciudad de Troya.
Allí, un príncipe llamado Paris, hijo de Príamo, Rey de Troya, hacía pastar a su rebaño y Hermes (Mercurio) “el mensajero de los dioses”, le comunicó el cometido, dado que Paris era reconocido experto en materia de belleza femenina, a quien debían dirigirse los dioses para que dictaminara sobre tan manido tema.
Paris se quedó mudo cuando vio aparecer ante él a las tres diosas más bellas del Olimpo.
Y cuando éstas le formularon su requerimiento aún se desorientó más, incapaz de elegir entre aquellas gracias divinas.
Entonces, para hacer inclinar la balanza a su favor, Hera (Juno) se le dirigió en estos términos:
“Si me escoges a mí, que soy la más bella, te convertiré en rey del imperio más extenso que en la Tierra se haya conocido”.
Paris se disponía a designarla cuando Atenea (Minerva) subió la oferta:
“Si me eliges a mí, que soy sin duda la más bella, haré de ti un héroe invencible que conseguirá para su pueblo una victoria tras otra”.
Paris, que por encima de todo soñaba con la gloria, sintió que su voto ya estaba dado”.
Pero, con su dulce voz de miel, Afrodita (Venus) le murmuró:
“Si me eliges a mí, que soy sin sombra de duda la más bella, haré que se enamore locamente de ti la mujer mortal más hermosa del mundo. Una mujer cuya belleza será similar a la mía”.
Y, desanudando su túnica, se mostró ante Paris en su más turbadora desnudez.
Subyugado por el cuerpo sin defectos de Afrodita, Paris cogió la manzana y se la tendió.
Con ese gesto selló para siempre su destino.
Hera y Atenea se vengaron terriblemente del joven príncipe.
La hermosísima mortal de la que se enamoró no fue otra que Helena, esposa del Rey de Esparta Menelao, a su vez hermana de Clitemnestra, esposa de Agamenón y de los Dioscuros, Cástor y Pólux (que están representados en el signo de Géminis y fueron objeto de otro artículo de esta columna).
Cuando Paris, ayudado por Afrodita, se la arrebató, Menelao, ultrajado, respondió con la guerra.
Este último era hermano de Agamenón.
Las dos diosas rechazadas se aliaron con los griegos, y éste fue el inicio de la larga, asoladora y fratricida “guerra de Troya”, como bien dice el saber popular “y ardió Troya”.
Aproximándonos en el tiempo, cuando el sitio de Montevideo por parte de Rosas, contra el Gobierno de Rivera, Melchor Pacheco y Obes fue a París y contrató al escritor Alejandro Dumas (padre) para que escribiera un libro sobre el sitio el que se titularía “Montevideo o la Nueva Troya”, por la duración similar de ambos sitios.
Este libro sirvió para captar voluntades en el viejo mundo a favor de la sitiada Montevideo.
SEUZ DIO CATEDRA_____SIEMPRE LAS MUJERES COMPITEN POR SABER CUAL ESTA MAS BUENA_______LA ENSEÑANZA ES: HAY QUE DECIR QUE TODAS ESTAN BUENAS PERO SI TE OBLIGAN A ELEGIR UNA________QUE SE QUEME OTRO+++++¨¨¿¿¿NO LE VA A DURAR LA QUE ELIGIO Y VA A SER ODIADO POR TODAS LAS QUE NO ELIGIO______GRANDE SEUZ___IDOOOOOOLO___
Pregunta:
¿De dónde sacaste la versión del Juicio de Paris? Pues no la encuentro en La Metamorfosis de Ovidio.