Las espadas de Bolivar
El puerto de Jacmel en la costa de Haití dio asilo, protección y cariño a dos de los más ilustres hijos de Venezuela: Miranda y Bolívar…
Extraña coincidencia, la que más allá del tiempo parecía querer unir, en la libertad y el heroísmo, a las naciones de Haití y Venezuela a través de la “Espada Libertadora”… El 12 de marzo de 1806, Alexander Petión, colaborador del entonces presidente Jean Jacques Dessalines, hace entrega a Miranda de la “Espada Libertadora”, símbolo de la independencia y la lucha por la liberación de su pueblo, para que en su puño sirviera de estandarte de la independencia que pretendía llevar a Venezuela… Al momento de recibir tan significativo objeto, Miranda la eleva hacia el cielo para dirigir a sus hombres palabras de efervescente patriotismo: “Juro ser fiel y leal al pueblo libre de Suramérica, independiente de España, y servirle honrada y lealmente contra todos sus enemigos y opositores”… La “Bacchus” y la “Bee” eran otras dos embarcaciones que acompañaban al “Leander” capitaneada por Francisco de Miranda con destino a las costas de Ocumare. Los españoles ya sabían de la incursión del venezolano, puesto que tenían un espía italiano de nombre José Covachich, que seguía los pasos de Miranda. Apenas partió de Jacmel, barcos españoles se adelantan y capturan en alta mar las últimas dos embarcaciones, y sus marineros colgados del mástil principal. Descubierta la conspiración, Miranda debe cambiar sus planes rumbo hacia Barbados, donde organiza nuevamente la expedición, pero esta vez se dirige más hacia el occidente hacia la Vela de Coro.
El 3 de agosto de 1806, el tricolor patrio que representaba la bandera que Miranda hizo confeccionar en la heroica isla de Haití para anunciar la llegada de los libertadores, ahora ondea en suelo venezolano… Y en un gesto de soberbia revolucionaria Miranda clava la “Espada Libertadora” en la playa de Coro en gesto de desafío..!
Tengamos presente que Haití fue la primera colonia latinoamericana en obtener la independencia de la metrópolis.
“Han llegado los Libertadores”… así anuncian la llegada los primeros en desembarcar… pero..!la población se ha esfumado, y cuando Miranda hace su entrada a la ciudad empuñando la “Espada Libertadora”, sólo se encuentra con un silencio sepulcral de calles desoladas, casas deshabitadas, y negocios cerrados… es como si en lugar de un libertador hubiera hecho presencia el propio Satanás, porque así lo anunciaban los curas desde las iglesias en sus homilías… Volantes con la palabra “hereje” yacían esparcidos por las calles y lo acusaban como agente de los ingleses para vender a Venezuela.
En Caracas, ante el anuncio de la llegada de Miranda a la Vela de Coro, mantuanos y burgueses notables demuestran su más completa lealtad a la Corona Española: Ponen precio a su cabeza y lo queman en un muñeco de trapo relleno con paja. El Cabildo de la capital lo califica de “monstruo abominable” mientras el pueblo ignorante gritaba en la Plaza Mayor: ¡¡¡traidor… vende Patria!!!! Una horrible decepción debió experimentar ese venezolano de fama universal, que desde hacía veinte años se esforzaba en combatir a España y en predicar la independencia de América..!
Un Miranda inmerso en la total frustración parte hacia Aruba, y de allí a Trinidad, para luego regresar a Londres; pero antes de partir, con una nota de agradecimiento eterno, le devuelve al líder haitiano la “Espada Libertadora” que no logró su cometido de libertar a su pueblo, la cual esperará en esa heroica isla la llegada de un nuevo héroe, como la Excalibur del mago Merlín, que en la fábula permaneció incrustada en la dura roca en espera del joven Arturo, quien se convertiría en el mítico Rey de Inglaterra.
Miranda fracasó en empuñar la “Espada Libertadora”, como fracasaron aquellos caballeros medioevales que, en su empeño de asumir el trono que estaba destinado para el rey Arturo, no pudieron extraer la Excalibur de la dura piedra de Avalón, destinada sólo a los hombres de corazón inmaculado.
Diez años más tarde, otro será el héroe que empuñará la “Espada Libertadora”… El 21 de diciembre de 1816 Simón Bolívar se encuentra en Jacmel para dirigirse a Venezuela, al igual que lo hizo su compatriota Francisco de Miranda desde este mismo puerto… Bolívar decía: “Perdida Venezuela y la Nueva Granada, la isla de Haití me recibió con hospitalidad: el magnánimo Presidente Petión me prestó su protección y bajo sus auspicios formé una expedición de trescientos hombres comparables en valor, patriotismo y virtud a los compañeros de Leonidas”
Por segunda vez Bolívar se encuentra en Haití organizando una nueva expedición hacia Venezuela. El Libertador había fracasado en su primer intento desde Los Cayos de San Luis cuando, al igual que Miranda, no pudo invadir a Venezuela a través del puerto de Ocumare. Pero Bolívar inquebrantable en su perseverancia de libertar el Continente, no se amedrentó por el fracaso y la traición de muchos de sus oficiales, sino que volvió a Haití con la seguridad de contar nuevamente con Petión y su pueblo para organizar una nueva expedición Libertadora.
Pero Pablo Morillo, el archienemigo de la Revolución Bolivariana, sabía de los planes de Bolívar y amenazó a Petión con invadir la isla si colaboraba con Bolívar… Esta vez será el pueblo quien juntará sus joyas y dinero para entregarlo a los expedicionarios, dejando ver a la Corte de España que no era el gobierno de Petión sino los haitianos quienes ayudaban a Bolívar.
Alexander Petión, hijo de padre francés y madre mulata, ahora presidente de Haití, le presta por segunda vez a Bolívar toda la colaboración para la nueva expedición; no sólo le aporta los recursos financieros, sino la fuerza moral y anímica que necesita el Libertador para emprender la aventura… Petión presiente el triunfo de Bolívar, no obstante el rechazo que el joven venezolano inspiraba entre algunos de sus oficiales: los coroneles Mariano Montilla y Bermúdez, lo retaron a un duelo a muerte, siendo necesaria la intervención de Petión para condicionar el apoyo del gobierno de Haití, siempre y cuando el Libertador comandara la nueva expedición militar.
Fue así como Haití se convertirá en la llama que encenderá una revolución continental cuyo estandarte portará Simón Bolívar El Libertador, gracias al apoyo incondicional del pueblo haitiano
Antes de la partida, Petión quién se había convertido en personaje determinante en la emancipación americana, hace llamar a Bolívar para hacerle un ruego: “Pido a Usted, que cuando llegue a Venezuela, su primera orden sea la Declaración de los Derechos del Hombre y la libertad de los esclavos”… y para que pueda cumplir con esa misión, le hace entrega del símbolo de la libertad de Haití: es la “Espada Libertadora”
Es la misma espada que empuñó durante la guerra contra los franceses, la que entregó a Miranda en sus dos fallidos intentos de libertar su Patria, la que en 1807 le permitió instaurar una República en el sur y oeste de Haití de la que fue nombrado presidente vitalicio, y que ahora ponía en manos de Simón Bolívar para libertar un Continente..! Como bien escribió Paúl Verna:
“No era una espada de oro ni llevaba piedras preciosas, como la que la municipalidad de Lima obsequió a Bolívar a raíz de la victoria de Ayacucho, y conocida desde entonces como la “Espada del Perú” y más tarde “Espada del Libertador”, cuya belleza y esplendor hacen de ella una deslumbrante joya de alta orfebrería, tal vez la más bella espada del mundo”.
Esta era más bien una “escuálida espada” sin mayores detalles ornamentales; pero sí de un vil metal de excelente filo y calibrado peso conocida como Durandal… Su hoja de acero puro sin grabados de Damasco, pero con algunas decoraciones, desnuda y luminosa, ya mostraba las cicatrices de varios combates en mano de su dueño haitiano… Es una espada-sable de hoja de acero de 0,84 cm de largo y 0,035 cm de ancho; lleva en su empuñadura de bronce el escudo de Haití, y la cabeza de un león. La vaina es de bronce con el escudo de Haití y motivos alegóricos a la guerra en alto relieve. En sus caras tiene dos armellas para sujetar al cinto.
Es la Excalibur del Libertador que lo inmortalizará como insigne guerrero y lo acompañará durante nueve años de duro batallar: la que combatirá en la Guayana y en la célebre Angostura, la que se elevará en los recintos de los Congresos en emotivos discursos, la que atravesará la temible cordillera blanca del Páramo de Pisba para liberar a Nueva Granada, la que vencerá en Pantano de Vargas, la que destrozará en Boyacá al ejército español para entrar victoriosa a Bogotá, la que peleará en Carabobo para lograr la independencia e Venezuela, la que triunfará en Bomboná para consolidar la liberación del Ecuador, la que hará historia en la célebre batalla de Junín que junto a la de Ayacucho lograrán la independencia del Perú; pero sobre todo, será la espada temible de Bolívar que pondrá de rodillas a la Corona Española y hará correr despavorido a los más aguerridos ejércitos … en fin, ésta es sin lugar a dudas la auténtica “Espada Libertadora” que logro en nueve años la emancipación de: Nueva Granada, Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia… Es la misma espada que usó Simón Bolívar en más de trescientos combates, la que intercambió en signo de paz con Pablo Morillo para lograr el armisticio que ayudó a la independencia del continente, la que saludó a San Martín en la célebre entrevista de Guayaquil, la que utilizó el Libertador para conducir su ejército implacable, la que izó en signo de gloria cuando era recibido por los pueblos jubilosos… y será la espada que siempre conservará Bolívar hasta la última de las batallas por la independencia.
En 1825, cuando la independencia del continente ya era cuestión de organización y Bolívar se prepara a consolidar su obra libertadora con la naciente República de Bolivia, en un acto de gran pomposidad recibe de las autoridades de Lima la invalorable “Espada del Perú”, símbolo de la riqueza, la libertad y la paz duradera en tierras incas… Atrás quedaba el tiempo del guerrero incansable para dar paso al estadista y conductor de naciones… Es el momento de colgar la espada guerrera y tomar la pluma para dar forma a las cinco naciones que surgían con la Gran Colombia… Bolívar consciente de la inmensa responsabilidad que tenía sobre sus hombros, se despide de su arma guerrera que lo inmortalizará en la historia: En un acto de gran significación y nostalgia, entrega la heroica “Espada Libertadora” al barquisimetano y compatriota General de División Jacinto Lara, a quién Bolívar llamaba “El Ulises de Colombia” por sus destacadas actuaciones en las batallas de Junín y Ayacucho, y héroe indiscutible de la independencia.
LAS ESPADAS ORNAMENTALES DE BOLIVAR
La imagen de Bolívar como Libertador está atada a la espada con la cual normalmente se le representa. La espada adquiere vida propia como símbolo de la victoria. El fin de la guerra se presenta cuando se entregan las armas. Los “duros hierros” no son más que las espadas que se utilizaron en las guerras de Independencia. Pero cómo deshacerse de ellas..? Rendir la espada es una forma de derrota y su destrucción, una degradación. Pero entregarla en un gesto de afecto es un trofeo y un honor imborrable para quien la recibe, y un gesto de paz y amistad duradera para quien la regala.
Páez hizo mención de una espada de doble filo que le obsequió el Libertador con las siguientes notables palabras: “La espada redentora de los humanos..! Ella en mis manos no será jamás sino la espada de Bolívar: su voluntad la dirigirá, mi brazo la llevará. Antes pereceré cien veces, y mi sangre será perdida, que esta espada salga de mi mano, ni atente jamás a derramar la sangre que hasta ahora ha libertado.
Conciudadanos: la espada de Bolívar está en mis manos; por vosotros y por él iré con ella a la eternidad”. Esa espada se convirtió en una “Espada de Damocles” para el propio Bolívar, ya que tiempo después, Páez lideraría la separación de Venezuela de Colombia y por ende la disolución de la obra del Libertador: La Gran Colombia.
Bolívar fue homenajeado de mil maneras; y los sables y las espadas eran los regalos por excelencia. Cada espada en su ornamento y belleza eran autenticas joyas, donde una era más lujosa que su anterior, las cuales el Libertador a su vez regalaba a sus oficiales.
La espada del Perú, es el mejor ejemplo de una espada simbólica no apta para la lucha, donde rivalizan en destello y belleza mil trescientos setenta y cuatro piedras preciosas entre diamantes, rubí y esmeraldas, con broches y mango de oro puro, incrustadas con toda maestría por orfebres y artistas del metal.
Más que una espada de combate, es una lujosa joya de orfebrería: la vaina es de oro macizo de 18 quilates y su pomo está formado de oro, brillantes y diamantes; su valor incalculable representa el heroísmo desplegado en el Perú.
En la historia de Bolívar encontramos infinidad de gestos de admiración hacia sus oficiales, cuando hace entrega de esas espadas ornamentales cuyo lujo detestaba el Libertador, quién tampoco utilizaba las medallas y condecoraciones que el pueblo le entregaba como digno reconocimiento.
En la edición especial del Periódico Ilustrado que realizó Alberto Urdaneta con motivo del centenario del nacimiento de Simón Bolívar el 24 de julio de 1883, se describen dos espadas ornamentales que pertenecieron al Libertador:
Rafel Arboleda fue un buen amigo de Bolívar; tanto así, que en 1829 cuando estaba en Popayan, le entregó el Anillo de la Pasión que conservaba Bolívar desde la muerte de su esposa María Teresa. Pero también le entregó su primera Espada de Campaña, acompañada de la siguiente carta:
“Japio, 29 de Diciembre de 1829. Estimado amigo y señor: Usted ha deseado tener un documento por el que conste que la espada que usé en la campaña del Sur de Colombia en el año de 1822, es la misma que tuve el gusto de presentar a usted como un gaje de mi estimación y verdadera amistad, en Guayaquil, cuando entré en aquella ciudad en el mes de agosto de 1822”.
Otra de las espada que perteneció a Bolívar, fue un sable de caballería que regaló al general Rafael Urdaneta quien a su vez se la había regaladosu primo Francisco Urdaneta.
“Mi espada y mi corazón siempre serán de Venezuela; y mis últimos suspiros pedirán al cielo su felicidad”
Simón Bolívar
Hasta las espadas de Artigas le afanaron?