Me gusta votar
Si señor, me gusta votar. Tal vez, por haber sido privado de ello durante la dictadura.Tal vez, por haber recuperado el derecho a hacerlo.
Pero pesa mucho en mi persona la formación paterna y la educación recibida de lo sagrado del ejercicio del derecho, poder-deber del voto.
Siempre que hay un acto eleccionaria y estoy habilitado para hacerlo voy y voto, ya sea un plebiscito, un referéndum, elecciones nacionales, departamentales, o meramente gremiales, siempre lo hago, inclusive en algunas lo he hecho convalesciente de una operación importante.
Entiendo y comprendo perfectamente a los que se toman el trabajo de ir hasta el cuarto secreto –no el cuarto oscuro señores periodistas ‘así lo llaman los porteños’- poner varias listas cruzadas para anular el voto o no poner ninguna para votar en blanco.
Ellos también están ejerciendo el derecho al voto, votan por nadie y otros votan contar todos los candidatos, porque ninguno los convence o simplemente no les convence la forma en que llegaron a ser candidatos.
Es una forma de protesta muy válida, legítima, que queda a la vista de todos y para la historia.
No tiene nada que ver con el que se queda en la casa rascándose el ombligo y tomando mate, ese señor electoralmente no existe y todavía se calienta cuando va al boliche y hay veda alcohólica, por ese, para él hecho inútil de las elecciones internas con voto secreto y voluntario.
Cuando cumplí 15 años y para las elecciones siguientes iba a tener 18 años y en consecuencia iba a estar habilitado para sufragar, mi viejo me llevó a sacar la Credencial Cívica, herramienta que he usado siempre que pude ya sea en el error o en el acierto y tampoco tuve necesidad de arrastrarme pididendo una prórroga para la inscripción en el Registro Cívico Nacional porque la credencial es un documento sagrado al igual que el ejercicio del voto y no un elemento que posibilite la eventualidad de un empleo púbico.
Creo que me he equivocado un montón de veces, más de las que creo haber acertado, y las que pienso que he acertado, tal vez, muy probablemente otros pienses que me he equivocado, pero esa es la ley de juego de la democracia y de la libertad en que encaramos las diversas soluciones.
Pero el derecho al voto, va más allá de ser un mero derecho, un derecho común y corriente, sino que es un poder que tengo que ejercerlo, el cual me da la posibilidad de poner o no poner a alguien al frente de nuestra sociedad y además de ser un poder, es un deber que tengo para conmigo, para con mi familia y para la sociedad en general, porque compartiremos entretodos, el error o el acierto mayoritario del voto popular.
El mal entendido triunfo, porque hacer prevalecer las ideas de un candidato sobre otro no es un triunfo, sino compartir con el resto de mis conciudadanos la bondad de mis ideas, que ya no serán más mías, sino que pertenecerán al resto de la sociedad.
Claro que en estas lecciones de vida, que valga la redundancia nos da la vida, encontramos mentes amplias y mentes mezquinas.
El Dr. Larrañaga, machucado por los resultados desfavorables a su persona, se hizo a un lado, luego de acompañar a su competidor a la casa del Directorio del Partido Nacional y se retiró luego de darle el abrazo fraternal en representación de su sector.
El individuo que tiene mente ganadora piensa en qué me equivoqué y debo aprender la lección, no estoy hablando del caso del Dr. Larrañaga por supuesto, sino que lo estoy haciendo en una hipótesis general y sin nombres concretos por cierto.
El perdedor nato dirá, perdí, no fue mi culpa sino que es la culpa de otros.
Por lo general la mala suerte acompaña a los menos inteligentes, a los menos estudiosos, a los menos aptos a pesar de las pasiones propias y ajenas.
Por lo general se pierde un examen por no haber ido bien preparado, conforme se pierde un partido de fútbol, por no haber ido bien entrenado.
El que erra un penal es porque lo tiró mal.
De lo malo se debe aprender lo bueno.
El perdedor es como el gordo que dice que no tiene media hora por día para hacer gimnasia, pero se levanta cinco minutos antes de que pase el ómnibus para ir al trabajo.
La medio hora anterior se estuvo rascando el ombligo en la cama mirando la bicicleta fija arrumbada en su lugar, un rincón del cuarto.
Siempre se tendrá tiempo levantándose media hora antes, para estudiar, para hacer gimnasia o para desayunar con los hijos y tener una buena conversación familiar, tan necesaria en los últimos tiempos, como lo fue en los de antes, por lo menos así me criaron.
El perdedor deja todo para mañana o si es para pasado mejor y no piensa en ningún momento en que problema que no se encara es un problema que no se resuelve.
El ganador desafía los retos, se compromete y cumple con su palabra, siempre anhela progresar y cuando no sabe calla, porque el silencio también es sabiduría.
El perdedor se conforma con la mediocridad.
El martes fue un ganador de las internas del Partido Nacional a la Cámara de Diputados, porque sigue siendo un diputado más y me produjo una profunda congoja ver a otros correligionarios suyos, militantes del mismo partido que no se arrimaron a felicitarlo por su gran triunfo, personas a algunas de las cuales, yo consideraba inteligentes,no tuvieron la hidalguía, no fueron capaces de brindarle un aplauso al ganador, un abrazo de concordia partidaria, en el fondo no pudieron con su condición de perdedores, y tal vez piensen con razón que la culpa de que sean perdedores la tiene él, al rato alguno arrastrando los pies le tendió la mano, ¿en qué estaban pensando los que no lo hicieron?.
El Dr. Bordaberry que en su partido era el caballo del comisario a las pocas horas estaba rodeado de sus adversarios de campaña, personas que no cambiaron de pensamiento en lo más mínimo en un rato, sino que simplemente con espíritu de cuerpo se arrimaron, abrazaron y continuarán aprendiendo en el acierto o en la derrota.
No creo que sean más o menos amigos los unos que los otros, salvo que esté muy equivocado con lo que es el don de gentes.
El Dr. Vázquez, también caballo del comisario en otra penca, omitió en su discurso a su adversaria en las internas la Dra. Constanza Moreira, mal síntoma y síntoma de gran inteligencia política de la Dra. Constanza Moreira el de ir a darle un sorpresivo abrazo al ganador.
Buen porcentaje el de la doctora y doble píldora para deglutir por parte del doctor, tablets mediante.
El tiempo, que es un gran gentil hombre resolverá de una forma o de otra, para mal o para bien estos entendidos y malentendidos, estos procederes llevados por la sinrazón o por el don de gentes… y que todo sea para bien de los orientales…
¡Que tarados los que fueron a votar y votaron en blanco! Alguien no le aviso que estas no eran elecciones nacionales?
Hay otra manera de ver lo ocurrido; los que fueron a votar en las internas quería cambiar algo y los que no fueron es porque estan conformes de como anda todo y los unicos deconformes fueron los que votaron en blanco…
Muy bueno mi querido amigo, no conocia este sitio, un abrazo
Excelente como todos los artículos a que nos tiene acostumbrados el amigo Comousté,digno aborigen del mejor barrio del mundo!!!!
Muy buen artículo.