Orfeo
Orfeo, hijo de la musa Calíope, es un personaje de la mitología griega, el cual según los relatos, cuando tocaba su lira, los hombres se reunían para oírlo y hacer descansar su alma.
Así enamoró a la bella Eurídice y logró dormir al terrible canCerbero cuando bajó al mundo de los muertos a intentar resucitarla.
Orfeo era de origen tracio; en su honor se desarrollaron los Misterios Órficos, rituales de contenido poco conocido.
No hacen mención de Orfeo ni Homero, ni Hesíodo, pero era conocido en la época de Ibico (530 a.c.) y Píndaro (522 – 442 a.c.) se refiere a él como “el padre de los cantos”.
Desde el siglo VI a. c. en adelante, Orfeo fue considerado como uno de los principales poetas y músicos de la Antigüedad, el inventor de la cítara y quien añadió dos cuerdas a la lira: antes, la lira tenía siete cuerdas; la lira de Orfeo, nueve, en honor a las nueve musas.
Su madre Calíope era una de las nueve musas, hijas de Zeus y Mnemósine, divinidades que protegen las artes y las ciencias.
Sus hermanas fueron Clío, Erato, Euterpe, Melpómene, Polimnia,
Terpsícore, Talía y Urania.
Algunos autores le atribuyen la maternidad de Orfeo a Clío, en lugar de a Calíope.
Orfeo el artista
Con su música, Orfeo era capaz no sólo de calmar a las bestias salvajes, sino incluso de mover árboles y rocas y detener el curso de los ríos.
Como músico célebre, fue con los Argonautas en busca del vellocino de oro.
El vellocino de oro era un carnero que Hermes le regaló a Néfele, el cual tenía el pelaje de oro, estaba dotado de inteligencia, habla y movimiento.
Frixo y Hele huyeron de su madrastra Ino sobre la grupa de este carnero.
Al llegar a Cólquide, Frixo se casó con Calcíope, hija de Eetes y sacrificó al carnero a Zeus.
Su pelaje se hizo símbolo de prosperidad y de riqueza y el Rey Eetes lo ató a un roble y lo hizo custodiar por un dragón; luego Jasón y los Argonautas lo rebaron.
A Orfeo se le supone como uno de los pioneros de la civilización, habiendo enseñado a la humanidad las artes de la medicina, la escritura y la agricultura.
En su aspecto más conectado con la vida religiosa, fue augur y profeta.
Practicó las artes de la magia, en especial la astrología.
Fundó o hizo accesibles muchos cultos importantes, como los de Apolo y Dionisos; instituyó ritos místicos, tanto públicos como privados; prescribió rituales iniciatorios y de purificación.
Se dice que visitó Egipto y que allí se familiarizó con los escritos de Moisés,(leyes mosaicas) y con la doctrina de una vida futura.
De acuerdo con la tradición más conocida, Orfeo era el hijo de Eagro, rey de Tracia, y de la musaCalíope (Clío en otras versiones, claro que como ya vimos eran hermanas).
El arte y los amantes
Según otras fuentes, su padre no era Eagro, sino Apolo.
Esto último es más coherente con la devoción de Orfeo por este dios, que es el dios de la música.
Orfeo aprendió la música de Lino o de Apolo, que fue también su amante, y quien le entregó su propia lira, fabricada por Hermes con lacaparazón de una tortuga, como un presente de amor.
A pesar de su origen tracio, Orfeo se unió a la expedición de los Argonautas, en la que marcaba el ritmo de los remeros.
Con su música, protegió a sus compañeros de las Sirenas, que vivían en la isla Antemóesa, y cantaban hermosas canciones para atraer a los marinos y devorarlos.
Cuando oyó las voces de las Sirenas, Orfeo sacó la lira y tocó su música, que era más bella que la de ellas, a la que tapaba y ahogaba.
Butes fue el único que no pudo resistir los cantos de las Sirenas y se lanzó al mar para nadar hasta ellas, pero fue salvado por la diosa Afrodita.
La historia más conocida sobre Orfeo es la que se refiere a su esposa Eurídice, que a veces es conocida como Agriope.
Algunas versiones cuentan de Eurídice que murió al ser mordida por una serpiente mientras huía de Aristeo; otras, que el hecho fatal ocurrió mientras paseaba con Orfeo.
En las orillas del río Estrimón, Orfeo se lamentaba amargamente por la pérdida de Eurídice.
Consternado, Orfeo tocó canciones tan tristes y cantó tan lastimeramente que todas las ninfas y todos los dioses lloraron y le aconsejaron que descendiera al inframundo (catábasis) en busca de su amada.
La música y los estados de ánimo
Camino de las profundidades del mundo de los muertos, Orfeo tuvo que sortear muchos peligros; empleando su música, hizo detenerse los tormentos del inframundo, por primera y única vez, llegado el momento, ablandó los corazones de Hades y Perséfone, que permitieron a Eurídice que volviera con Orfeo al mundo de los vivos, pero con la condición de que él caminase delante de ella y no mirase atrás hasta que hubieran alcanzado el mundo superior y los rayos de sol bañasen a la mujer.
A pesar de sus ansias, Orfeo no volvió la cabeza en todo el trayecto: ni siquiera se volvía para asegurarse de que Eurídice estuviera bien cuando pasaban junto a un demonio o corrían algún otro peligro.
Orfeo y Eurídice llegaron finalmente a la superficie.
Entonces, ya por la desesperación, Orfeo volvió la cabeza para ver a su amada; pero ella todavía no había sido completamente bañada por el sol, y aún tenía un pie en el camino del inframundo, así que se desvaneció en el aire, y esa vez para siempre.
Según relata Platón, los dioses del infierno sólo presentaron a Orfeo una aparición de Eurídice.
No le entregaron a su amante porque les parecía que se mostraba cobarde, como buen citaredo, y no había tenido el arrojo de morir por amor, sino que había buscado el medio de penetrar con vida en el Hades.
Según cuenta Ovidio, Orfeo intentó regresar al inframundo, pero Caronte le negó el paso por el río Leteo, así que Orfeo se retiró a los montes Ródope y Hemo, donde permaneció tres años evitando la unión amorosa con cualquier mujer, a pesar de que se le ofrecieron muchas ninfas.
Los castigos por desobediencia
Los tracios decían que en ese momento inventó la pederastia.
Orfeo seguía cantando y tocando la lira, lo que provocó que los árboles se conmovieran.
En esos montes, fue visto por las Bacantestracias, que se sintieron despreciadas por él.
Apresaron a los animales que lo acompañaban y a él lo apedrearon, lo despedazaron y esparcieron sus miembros.
Su cabeza y su lira fueron arrojadas al río Hebro; esos restos fueron a parar al mar, y, cerca de la isla de Lesbos, una serpiente quiso comerse la cabeza de Orfeo, pero Apolo la transformó en roca.
Por su parte, Dioniso castigó a las Bacantes convirtiéndolas en árboles.
Mientras, el alma de Orfeo encontró a la de Eurídice en el inframundo, y desde ese momento son inseparables.
Hay otras versiones, que fueron recogidas por diversos autores, pero quiero destacar una muy agradable e interesante desde el mundo moderno.
Vinicius, cuyo nombre completo era Marcus Vinicius da Cruz de Melo Morais, pero por sobre todas las cosas fue un poeta y embajador ante el mundo de la música brasileña y en especial la bossa nova.
Todavía recuerdo aquella canción que se cantaba en Orfeo Negro, sobre el final, que decía: “Mañana, que bonita mañana…” y en la pantalla salía el amanecer sobre la bahía de Guanabara. “Tristeza nao ten fim, felicidadesim…”.
Que virtud que tienen los brasileños de transformar algo triste, dolorosamente trágico, en algo bonito y disfrutable.
Los campeones del olimpo
Fue autor de obras de teatro que después terminaron en el cine como ser “Orfeu da Conceiçao”, inspirada en la leyenda de Orfeo y Eurídice, pero adaptada a Rio de Janeiro y en el momento del carnaval carioca, la cual en manos de Marcel Camus se transformó en la disfrutable “Orfeo Negro”, ganadora de un Oscar a la mejor película de habla no inglesa y la Palma de Oro de Cannes.
El personaje de la muerte era protagonizado por el triple campeón olímpico de salto triple Ademir da Silva, el que vestido totalmente de negro con los huesos y calavera pintados en su ropa, repetía su proeza olímpica para las cámaras, en una escena inolvidable.
En 1959 Vinicius entra en contacto con Antonio Carlos Jobim, que aparte de amistad y enriquecimiento recíproco musical, se complementa con Joao Gilberto.
Jobim escribe la música para, entre otros, la interpretada por Luis Bonfá, que fue nada menos que la de Orfeo Negro.
A felicidade cantada por el niñito en el amanecer del último día de carnaval de Rio de Janeiro desde un morro sobre la bahía de Guanabara, afiatándose perfectamente a lo que es la leyenda de Orfeo y la del carioca pobre, con las palabras exactas, diciendo justamente lo que le pasa al pobre y a Orfeo, que la tristeza no tiene fin y la felicidad sí.
“A tristeza nao ten fim, a felicidadesim…”