Wilson Ferreira tendría 98 AÑOS
Recordamos al gran caudillo del Partido Nacional, con un historial de sus más destacadas frases y dichos, algunos muy conocidos y otros no tanto.
El 28 de enero de 2017 hubiera cumplido 98 años el último de los caudillos orientales, ¡ y que falta que nos hacés Wilson!. No me hubiera gustado verte viejito, pero muerto tampoco.
Falta el gran libro sobre Wilson y también nos falta el entrañable Lincoln Maistegui Casas para que lo hiciera, porque Lincoln no los escribía los libros los hacía, y tan es así, que me enteré que el gran historiados Maistegui, era blanco leyendo un artículo del Dr. Julio María Sanguinetti, Lincoln era sumamente objetivo y honesto escribiendo, como pocos.
Que personaje formidable Wilson, nacido en Batlle y Ordóñez y apuntado religiosa y puntualmente por su padre en Nico Pérez, porque nunca hubiera admitido una partida de nacimiento con el nombre de un colorado y para reventarla fundador del batllismo.
Ya desde su nacimiento Wilson fue un transgresor, cambiando su lugar de nacimiento y departamento inclusive, cruzando una línea divisoria su padre para no torcer el brazo, ante la realidad.
VIVA WILSON, VIVA LA PATRIA DE LOS ORIENTALES.
Pero no voy a escribir sobre Wilson, porque no me da la nafta para emprender tal tropelía, claro que si juntaré un montón de anécdotas y esperaré el libro sobre Wilson que está anunciado desde hace tiempo en la colección los blancos, en un lugar que Wilson se ganó con creces, entre Aparicio Saravia, Berro, Lavalleja, Oribe y el gran Leandro Gómez, una serie que espero no se agote con Wilson, ni con ningún otro grande de la historia patria.
Este artículo lo terminaré con unas anécdotas de Wilson que integran un libro sobre anécdotas parlamentarias que escribió el Dr. Gonzalo Aguirre.
Un país de viudas que votan
Antonio Mercader, ministro de Educación y Cultura durante los gobiernos de Lacalle y Batlle, era periodista de la revista Siete Días en 1971, y como tal acompañó la gira del candidato nacionalista Wilson Ferreira Aldunate. Recorriendo con él las calles de ciudades como Minas y Florida, le llamó la atención que el líder, en vez de hacer lo habitual, acercarse y saludar a la gente que estaba en la vereda, tuviera constantemente la vista y la sonrisa apuntando hacia arriba, a la altura de los pisos superiores de las casas. “En un momento no aguanté más y le pregunté por qué lo hacía. Y él me dijo: ‘¿No te das cuenta? Mirá bien. Detrás de esas ventanas siempre hay viejitas, viudas que votan. Y no te olvides que este es un país lleno de viudas'”.
Mejor coserse los bolsillos
Había mucha gente en el acto de la lista 31 en calle Hum, Cerrito de la Victoria. Faltaba poco para las elecciones de 1989 y la euforia estaba empezando a ganar a los herreristas. Una multitud aclama a los oradores ni bien bajaban del estrado. Que besos, que abrazos, que viva el Partido Nacional. Cuando Héctor Martín Sturla, Jaime Trobo y otros dirigentes llegaron al ómnibus, se dieron cuenta que en medio de tanto afecto les habían robado las billeteras. “Literalmente, nos desplumaron”, dice Trobo, que en ese año sería electo diputado por primera vez. Los blancos ya eran duchos en estas experiencias. El día que Wilson Ferreira comenzó su gira final en 1971, entre tanto calor humano “voló” su billetera junto con la de Washington Beltrán.
TELONERO CON MÁS PÚBLICO
Con Wilson Ferreira preso, la corriente partidaria mayoritaria del Partido Nacional se ubicó en 1984 tras la fórmula Zumarán-Aguirre. La convivencia interna no fue armoniosa. En Rivera —donde la lista 15 es blanca y no colorada—, se dispuso que Juan Raúl Ferreira hablara primero, luego Carlos Garat, Luis Alberto Lacalle y al final la fórmula. El hijo de Wilson se negó a hablar antes que Lacalle y se alteró el orden. Cuando Lacalle terminó, los militantes de la 15 local —herreristas— se fueron. El acto terminó con mucho menos gente de cómo empezó.
El 27 de junio de 1973, el gobierno de Juan María Bordaberry disolvió las cámaras. En el Senado, reunido en sesión extraordinaria cinco minutos antes de la medianoche, se escucharon los últimos discursos con los cuales se cerrarían 31 años de democracia ininterrumpida. Wilson Ferreira dijo entonces, las históricas palabras:
“Me perdonarán que yo, antes de retirarme de sala, arroje al rostro de los autores de este atentado el nombre de su más radical e irreconciliable enemigo, que será, no tengan la menor duda, el vengador de la República: ¡Viva el Partido Nacional!”
En el año 1976, exiliado en Argentina, salvó su vida cuando un escuadrón militar secuestró y asesinó en Buenos Aires al senador Zelmar Michelini y al diputado Héctor Gutiérrez Ruiz.
En “La otra cara del Parlamento”, libro del Dr. Gonzalo Aguirre publicado por Editorial Fin de Siglo, en las páginas 120 y 121, bajo el título “Wilson Ferreira Aldunate” tenemos estas sabrosas y disfrutables anécdotas de nuestro querido personaje.
“En realidad, debiera decirle simplemente Wilson, porque todo el país lo llamó así, prescindiendo de sus apellidos, ya que el espacio que llegó a ocupar su cautivante personalidad en la vida política del país fue tan grande —durante casi un cuarto de siglo y aun en sus años de exilio—, que tirios y troyanos se acostumbraron a identificarlo por su nombre de pila.
Cual si fuera un amigo de todas las horas.
¿Habré de formular un juicio sobre su persona y su ejecutoria, como lo he hecho respecto de otros encumbrados protagonistas del acontecer nacional?
Lo creo innecesario.
Si alguien no sabe quién fue Wilson, si no tiene noticias de su grandeza, de su talento, de su filosa ironía, no es este el lugar para que yo los desasne al respecto.
Anécdotas de Wilson, durante su brillante trajinar en ambas Cámaras, sobran.
Un día sale al ambulatorio, siendo ministro de Ganadería, o senador, y ve al entonces joven diputado Julio Sanguinetti trenzado a golpes de puño con —mejor dicho agredido por— varios sindicalistas de un frigorífico, más que molestos por un discurso que terminaba de pronunciar en sala contra una huelga de la cual ellos eran protagonistas.
Sin decir agua va -ni intentar separarlos- le aplicó un derechazo al patotero más a mano y se sumó al singular y desparejo grupo de improvisados púgiles.
Felizmente, varios oficiales de sala, no sin esfuerzo, pudieron poner fin a la insólita trifulca.
Así era también Wilson: impulsivo y valiente.
Y paso a un episodio menos violento y más divertido.
Comparecía en la Comisión de Hacienda del Senado, en calidad de asesor del ministro de Economía y del presidente del Banco Central —cargo que ocuparía varios años durante la dictadura— a quien se le conocía como el «contador» Mario Gil Díaz, a pesar de que no había completado sus estudios universitarios, quizás porque se presentaba y se expresaba como un economista de nota.
Wilson le llevaba la carga al ministro y Gil Díaz salió en su defensa, con aire de entendido y expresión de suficiencia.
Wilson, en tren de réplica contundente, comenzó a aludirlo como el «contador Gil Díaz».
Este, a la segunda vez que ello ocurrió, le pidió una interrupción y le aclaró, innecesariamente, que él no ostentaba ese título.
Pero ello no impidió que Wilson, una y otra vez, al tiempo que pulverizaba sus argumentos, volviera a tratarlo de «contador».
Gil Díaz perdió entonces el control y lo interrumpió evidentemente fastidiado:
—«¡Ya le dije señor senador que no soy contador!»
—«Contador no, pero Gil sí» —replicó Wilson sobre la marcha…”
Cuando se lo proponía Wilson era malo y pico, acoto yo.
Al evocar el nombre de Wilson Ferreira Aldunate es difícil que se hagan dos lecturas: su afiliación e importancia en la historia del Partido Nacional hace que se lo asocie inmediatamente con esa bandera política.
Sin embargo, era amante de todos los deportes pero tenía un cariño especial por el fútbol y le profesaba un amor eterno a Nacional.
Su vínculo con el fútbol fue mucho más allá que el de un hincha común: estuvo en la directiva de Nacional y, gracias a ello, llegó a presidir de manera interina, durante un mes aproximadamente, a la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF).
Wilson más que bolso, era tremendamente anti-manya
“De joven, esa faceta se le conocía mucho, cuando fue diputado e incluso cuando era ministro.
Su proyección pública empezó por el fútbol y después siguió con la política.
Como tantísimas otras personas. Ferreira era mucho mejor hincha que jugador. “Le gustaba mucho el fútbol, era muy fanático y le encantaba ir al estadio, pero no era un buen deportista, y eso lo frustraba mucho“, explicó su hijo, en una entrevista.
“Le pasaba con todas sus pasiones: le encantaba la ópera pero era muy malo cantando, con el folclore le pasaba lo mismo“, prosigue.
Más allá de sus limitaciones técnicas, le gustaba jugarlo hasta que un episodio lo marcó y nunca más quiso patear la redonda.
Estaba en Melo jugando un picado.
No estaba de buen humor: no había tocado la pelota en todo el partido y las pocas veces que lo hizo se había equivocado.
Cerca de que termine, logró tomarla sin demasiada marca.
Corrió, corrió, corrió y sacó un taponazo que al arquero rival le pegó en la ingle. La mala suerte fue extrema: tuvieron que operarlo y extirparle un testículo.
A partir de ahí, no quiso jugar nunca más.
Fue sin dudas el último gran caudillo que tuvo el Partido Nacional y un referente indiscutible de la historia política del Uruguay de los últimos 50 años.
Nacido en la localidad de Nico Pérez (Lavalleja), el 28 de enero de 1919, llegó a ser uno de los políticos que sacudió con sus discursos de equidad social, masas populares nunca vistas en las campañas electorales del país.
Wilson Ferreira Aldunate hablaba y una multitud lo escuchaba, como imaginando a través de una patina gris del pensamiento tiempos mejores de un país que ingresaba a un período complejo.
Sufrió las consecuencias del período de facto y si bien nunca logró ganar la Presidencia de su país, sus ideales y convicciones, edificaron la solidez de una figura querida y respetada, incluso fuera de la frontera nacionalista.
UN POLÍTICO DE RAZA
El inicio de Wilson Ferreira en la actividad política se inició desde muy joven, cuando fue miembro del gremio estudiantil en la Facultad de Derecho. Pero, ya era parte de la juventud nacionalista, donde emergió su personalidad política y comenzó a pesar en la dirigencia nacionalista sus discursos pese a su corta edad.
En 1954 ingresó al Parlamento como suplente de Washington Beltrán Mullin, por el término de seis meses.
Trabajó activamente para las elecciones de 1954, pero entre 1955 y 1958 nunca ingresó a la Cámara, sino que se dedicó al campo.
En 1958 el Partido Nacional ganó las elecciones y pasó a ocupar una banca en la Cámara de Diputados, por el departamento de Colonia.
Cuatro años más tarde fue electo senador, pero culminó ese año asumiendo como ministro de Ganadería y Agricultura.
Durante su gestión creó la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE), que realizó el primer diagnóstico integral de la sociedad uruguaya y formuló un proyecto de reforma agraria.
Las urnas del 71
En medio de un clima de violencia social, Wilson Ferreira se presentó a las elecciones presidenciales de 1971 por el movimiento “Por la Patria” y el “Movimiento Nacional de Rocha”, representado por el candidato a la Vicepresidencia Carlos Julio Pereyra.
No me gusta escribir sobre la enfermedad de Wilson, ni su muerte, sé que la muerte es un hecho que no está sujeto a gustos ni a disgustos.
Hay muchos mediocres que crecen ensuciando a los muertos y otros que le justifican a los muertos cualquier cosa.
A mi real saber y entender la muerte termina con las críticas a un ser humano y este será en la historia ni más ni menos de lo que fue, por ello de nada valen encarnizarse con los muertes ni endilgarles glorias no merecidas.
WILSON FUE EL GRAN ULTIMO CAUDILLO DE LOS ORIENTALES.
QUE VIVA WILSON, QUE VIVA LA PATRIA.
Wilson fue un groso de la politica uruguaya cuentan que los milicos se quedaron mas de 10 años para que no fuera presidente de uruguay.